Vínculo copiado
Tengo presente las imágenes de aquella mujer a quien la hacían caminar en cuatro patas para que sus hijos se dieran cuenta que era una perra a la que se podía patear.
00:16 martes 18 febrero, 2020
ColaboradoresUna madre de familia llegó 20 minutos tarde por su hija de tan sólo siete años. Los docentes, autoridades educativas, o alguien la dejó sola en la calle y desapareció, días después la niña fue encontrada muerta, ultrajada, dentro de una bolsa de plástico. A lo largo de mi historia he realizado muchas entrevistas a mujeres terriblemente violentadas, parece un horror que se actualiza, se vuelve cada vez más perverso, más implacable. Los retratos vuelven a pasar por mi memoria cuando ocurren hechos atroces como el de la menor de siete años asesinada y violada. No nos engañemos, no es Tijuana, ni el Estado de México, ni Baja California, es México entero, donde como virus la violencia se ha extendido, donde vale más un edificio que la vida destrozada de una mujer. Tengo presente las imágenes de aquella mujer a quien la hacían caminar en cuatro patas para que sus hijos se dieran cuenta que era una perra a la que se podía patear. O la imagen de aquella mujer que quiso verse bien y se cortó el pelo, él le preguntó que quién te dio permiso, la amarró a una silla y le cortó hasta el cuero cabelludo. Su cabeza era una madeja de cicatrices. O la fotografía de un cuerpo encontrado en la Huasteca potosina, brutalmente lastimado, atado de pies y manos, donde las autoridades se apresuraron en decir que por las características no era de la región, que seguramente era una migrante. Resultó ser una de las muchas víctimas del multi homicida de Tamuín. Dolor profundo del que los políticos no hablan, ni siquiera lo entienden, se lavan las manos, para eso sirve el pasado, para echarle la culpa de todo. Pero hay quienes si entienden el profundo fenómeno de la violencia. Hoy, escritoras y escritores mexicanos han sabido mirar esas imágenes de horror para dejarlas plasmadas en libros como el de Liliana Blum, Tristeza de los cítricos, editado por Páginas de espuma, un libro de cuentos que muestra con una sutileza narrativa que sorprende, desde el título, “En botánica, la «tristeza de los cítricos» es una enfermedad fatal que fulmina a los árboles, tiñéndolos de un gris apagado y un gesto mortalmente caído. Así es la vida con violencia, mujeres que están vivas y se sienten secas, podridas por dentro, que no pueden levantar la voz porque se les apagó de tantos golpes. “Liliana Blum poda sin piedad el desapego, la mentira y la violencia que corre por nuestras venas o se deja ver en nuestras calles… La inquietud, el desasosiego o el miedo son la savia de este bosque”. O tenemos una conmovedora historia de ese gran escritor mexicano que es Geney Beltrán, llega a las librerías con sello de Alfaguara, Adiós, Tomasa. Una obra que habla del México rural contemporáneo, del de esos pueblos que no existe la ley. Una obra de la que ha hablado y escrito la misma Elena Poniatowska que plantea la fuerza de la violencia con la que crecen los niños en este país, el condicionamiento del desprecio y desdén que se verá reflejado en la vida diaria de esos niños, niñas y lo que ocurre cuando crecen, mucho más en el norte del país. Adiós, Tomasa es la historia de una jovencita que la pobreza no le permite salvarse del lugar y es secuestrada por un par de hermanos dedicados al cultivo de la amapola, ella termina siendo su esclava, ellos son su pozo sin fondo, su oscuridad, sus noches de pánico. “Esta novela rescata una historia sobre las varias violencias que sufren las mujeres y los niños en el contexto del avance del narcotráfico en el México del último tercio del siglo xx, una realidad que por lo demás sigue vigente.” Tanto Liliana Blum como Geney Beltrán estarán presentes en la Feria Nacional del Libro de la UASLP que se llevará a cabo del 12 al 22 de marzo próximos. No te los puedes perder. @Pfloresblavier