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Una sobreviviente de los campos de adoctrinamiento del grupo terrorista cuenta el horror que vivió por casi dos años
15:39 martes 19 septiembre, 2017
MundoMadrid, España.- Rebeca Bitrus fue rehén de grupo terrorista Boko Haram, donde estuvo a merced de violaciones y golpes durante dos años, tiempo durante el que la secta integrista de Nigeria no logró que cambiara de religión. Durante su cautiverio, por el cual perdió a un hijo a manos de los miembros del grupo terrorista, llegó Cristóbal, un niño que fue bautizado bajo la religión cristiana. "Recuerdo cada día, que tuve un hijo con Boko Haram", responde Rebeca al ser cuestionada sobre su amarga experiencia.
Ella no es de Chibok, la aldea a la que Boko Haram llegó la noche del 15 abril de 2014 para secuestrar a más de 200 niñas, un caso que llamó la atención de la comunidad internacional. Rebeca es de otro pueblo menos conocido, Dogon Chuku, de donde también se llevaron a decenas de mujeres un 21 de agosto del mismo año. Entre ellas, se encontraba Rebeca, quien vivía con su marido, Bitrus Zacarias, y sus dos hijos. Cuando su familia recibió noticias de que el grupo terrorista, vinculado en la actualidad al autodenominado Estado Islámico, había puesto un pie en Baga, una localidad cercana a su aldea, tomó la decisión de hacer lo mismo que muchas otras familias: él huiría por un lado y ella, con los niños, por otro, ya que a que a ellos los asesinan y a ellas las secuestran. "Les resulta muy difícil matarlas", comenta el padre Innocent Zambua, traductor y acompañante de Rebeca.
"Había oído hablar de Boko Haram, pero no los había tenido cara a cara. Cuando les vi asesinar, me caí al suelo y sentí algo terrible. No lo entendía", comenta sobre el momento en que fue alcanzada por el grupo terrorista. Nunca se imaginó que encontraría un terror aún mayor al llegar al campo de su cautiverio, en algún punto que desconoce entre las fronteras de Nigeria, Chad y Camerún, donde aún hoy siembra el terror la secta integrista, acorralada por la ofensiva, para muchos insuficiente, del Presidente Muhamadu Buhari. A mitad de camino, el menor de los hijos de Rebeca, de apenas un año, comenzó a llorar, al igual que ella no continuar, lo que provocó que un uniformado de Boko Haram tomará al niño y lo lanzara al río para que callara. "Cuando vi ahogarse a mi hijo supe que nos iban a matar", recuerda la joven.
La violencia atroz ha sido la seña de identidad en los últimos ocho años de la secta islamista nacida en 2002 en el noreste de Nigeria de la mano del religioso Mohamed Yusuf. Su objetivo: la instauración de un califato en ese pedazo de tierra de la Nigeria más empobrecida. El resultado: una larga campaña de asaltos, secuestros y atentados en torno a los estados de Borno, Adamawa y Yobe, lo cuales han acabado con la vida de entre 20 mil y 30 mil personas, y obligado a huir de sus hogares a más de dos millones "También me intentaron convencer de que me pusiera una bomba para cometer un atentado", explica Rebeca sobre la presión del grupo sobre las mujeres para cometer ataques.
Ella pensó que era su oportunidad para, una vez quitado el cinturón explosivo, como sabía que habían hecho otras, huir con los hijos. Pero no le dejaban llevárselos, así que no hubo trato. En 2016, cuando los captores de Rebeca oyeron a lo lejos que se acercaban los helicópteros del Ejército reunieron a las chicas, a los suyos y empezaron una huida a la que no se apuntó Rebeca, por lo que aprovechó el desconcierto y escapó junto a sus dos hijos, el pequeño Cristóbal y el mayor, Zacarías. Aunque tuvo la tentación de abandonar al nacido en las garras del terrorista, pero un soldado nigeriano, y aún lo recuerda, le dijo que se lo quedara para poder enseñarle cosas muy importantes en en la vida. -- REFORMA