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El mundo se debate en luchas de poder, de valores e intereses; de propuestas políticas y económicas. La escuela sigue exigiéndoles a sus alumnos que no falten a clases, que hagan la tarea, que estudien los libros (depósitos de verdades) y todo ello generalmente sin mucha relación con lo que los alumnos viven antes y después de ingresar al recinto escolar
22:03 domingo 10 junio, 2018
PERFIL EDUCATIVO“Lo que tú haces, grita tan fuerte a mis oídos que no puedo escuchar lo que dices.”
Ralph Waldo Emerson
El mundo se debate en luchas de poder, de valores e intereses; de propuestas políticas y económicas. La escuela sigue exigiéndoles a sus alumnos que no falten a clases, que hagan la tarea, que estudien los libros (depósitos de verdades) y todo ello generalmente sin mucha relación con lo que los alumnos viven antes y después de ingresar al recinto escolar. El sistema educativo en México, durante el siglo pasado y aun en épocas actuales se basa en el hecho de imponer al alumno lo que el maestro cree; es decir, las clases se basan en un estilo de doctrina religiosa -donde “se deben tomar las enseñanzas como un dogma, tal como son, así son y así deben ser, y por lo tanto así lo debemos aceptar”-, es por lo que en México urge una reforma estructural radical en el sistema educativo, iniciando con las personas que imparten la enseñanza y su manera de percibir los conocimientos, habilidades, actitudes y valores necesarios para que el educando desarrolle las competencias para adaptarse a un mundo cada vez más complejo y cambiante. Recientemente, se ha introducido en el nivel secundario y en el superior el tema de la formación cívica y ética, y también, aunque de forma no oficial, en los niveles preescolar y primaria. Es fácil constatar que el estado de descomposición social actual de nuestro país es uno de los más críticos y dramáticos de su historia. Estamos viviendo un estado de guerra contra la delincuencia organizada. La inseguridad, la vulnerabilidad, la desesperanza, la inquietud, el estrés y la ansiedad que vive la gente, ni siquiera es equiparable al de las grandes crisis económicas que hemos padecido a través de nuestra historia moderna. Sabemos también que el ejemplo es la mejor forma de educar. Los niños y aun los jóvenes hacen lo que ven, la imitación es una de las mejores formas de aprendizaje. Aproximadamente el 80% de éste se realiza a través del lenguaje no verbal, sobre todo a través de la vista. Lo que las personas perciben a través de los hechos reales es mucho más importante y efectivo que lo que perciben a través de palabras y aun de instrumentos audiovisuales en las escuelas y universidades tales como presentaciones, vídeos, e incluso dramatizaciones. En la mayoría de los casos, lo que ahí se presenta o representa no pertenece a la realidad del país, ya que son tomados de experiencias que se dan en el exterior en los que la Ética se enseña y se vive como una regla, que si bien tiene excepciones, éstas son sólo eso, excepciones. De esta forma, es fácil advertir que rápidamente los educandos descubren la falta de congruencia entre lo que se dice y trata de enseñar y lo que se hace en realidad. Entonces aprenden con facilidad el juego, -¡ah de eso se trata!, de engañar, de mentir, de simular, de manipular para que los demás hagan lo que nosotros decimos aunque no lo ejecutemos; de predicar y de hacer otra cosa. ¿Por qué ha fracasado la enseñanza de la Ética en México? Sencillamente porque en muchas ocasiones –demasiadas- lo que se “enseña” –lo que se dice-, difiere mucho de lo que se hace o de la percepción de lo que se hace. Ven todos los días por televisión, a través de las grandes compañías de televisión abierta, en las llamadas “telenovelas”, que la gente logra lo que se propone por medio de la intriga, el engaño, la manipulación, el encubrimiento, la “tranza”, el soborno, “las artes obscuras”, etc. En los noticiarios perciben que muchas personas que “triunfan”, lo hacen a través de estos medios; que si quiere aspirar a tener dinero, poder o prestigio, a crecer laboralmente, tener un buen puesto en el gobierno, se debe recurrir al compadrazgo, nepotismo, corrupción, a “ganarse la confianza” de alguien importante. Cuando los educandos son conscientes o simplemente tienen la percepción de que la gran mayoría de los delitos que se comenten en México permanecerán impunes o que quienes los cometen, se liberan fácilmente de sus responsabilidades, de las consecuencias legales, gracias a la ineptitud de autoridades bajo la excusa de “una inadecuada integración del expediente” o con las argucias de un “buen abogado” que logra aprovechar las múltiples lagunas existentes en la legislación para beneficiar a sus clientes, sean inocentes o culpables. Cuando los jóvenes constatan que tragedias como las de la Guardería ABC de Hermosillo, cuyo origen sigue siendo obscuro, sin poderse descartar de que haya sido provocado; tienen lugar sin que se tenga a la fecha un solo consignado después de un año de ocurridos los hechos, y que todo parece indicar que se le dará carpetazo al asunto como a tantos otros. Cuando observan que sus padres y profesores predican una cosa y hacen exactamente lo contrario. Cuando se les dice que debemos cuidar una alimentación sana y balanceada y tener aprecio por una cultura física y ven que sus profesores consumen frituras y bebidas carbonatadas y desarrollan enormes barrigas al tener una vida sedentaria en la que no se tiene la menor disciplina para desarrollar el ejercicio físico que los mantenga saludables. Cuando les dice que no deben fumar, por los graves daños que ocasiona el tabaco a la salud ven que sus profesores fuman.
Se les dice que debemos ser puntuales y mostrar respeto al tiempo de los demás y los profesores llegan tarde a sus clases. Mientras los ejemplos no cambien, mientras no existe congruencia entre lo que les decimos y lo que hacemos los padres y maestros, poco puede hacerse con los cursos, ya que la Ética no se menciona, se vive. Son acciones muy sencillas las que van dejando huella, a veces indeleble; pautas de comportamiento que hunden sus raíces en el condicionamiento de las personas en forma de creencias, justificaciones, pretextos excusas, y autoengaños, que les impiden vivir una “vida buena”. Los grandes maestros iluminados como Buda, Jesucristo, Mahoma, han tenido tanta trascendencia sencillamente porque eran congruentes entre lo que predicaban y hacían.