Vínculo copiado
Es erróneo pensar que el poder sólo se ejerce desde el gobierno, al contrario, también se ejerce desde la oposición y con menos desgaste. Eso lo sabe bien el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien logró crecer su popularidad y aceptación justo desde la oposición
02:06 miércoles 23 septiembre, 2020
EN LA OPINIÓN DE ERIKA SALGADOEs erróneo pensar que el poder sólo se ejerce desde el gobierno, al contrario, también se ejerce desde la oposición y con menos desgaste. Eso lo sabe bien el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien logró crecer su popularidad y aceptación justo desde la oposición. Es desde la oposición desde donde se puede criticar y cuestionar sin miramientos, es desde ahí desde donde se arroja la piedra con total libertad, desde donde se lanzan propuestas, no importa que tan descabelladas sean, total, no se tiene la obligación de llevarlas a cabo, pues es otro quien tiene la responsabilidad gobernar. Desde la oposición se reta, se confronta, se ataca y en lo ideal, se presiona de tal forma que quien está en el ejercicio de gobierno entiende que se le observa y que no puede irse por la libre, que, si lo hace, no se le dejará tranquilo, se le fuerza a la rendición de cuentas. Pero cuando esa oposición se convierte en gobierno, tiene que entender el papel que juega ahora y las expectativas que pesan sobre sus hombros, pero no debe olvidar lo que importan los contrapesos. Hoy López Obrador se enfrenta a la crítica, a la diversidad de opiniones, al análisis, a la evaluación ciudadana y de los expertos, a la oposición y no le gusta, a nadie le gusta que lo cuestionen, pero como mandatario de un gobierno democrático, lo menos que se espera es que escuche esas voces que gritan reclamando su atención. No se trata sólo de los manifestantes de FREENA, a quienes el presidente se ha referido en su rueda de prensa matutina destacando que “por fin se bajaron del coche”. No es sólo la prensa a la que ha declarado su enemiga, “chayotera”, por evidenciar que no todos los que forman parte de su gobierno comparten sus principios y visión.
No son sólo los investigadores, académicos, escritores que le han reclamado su intolerancia a la crítica y su afrenta a la libertad de expresión. No me refiero específicamente a los empresarios que le han reclamado las flaquezas de su política económica y a quienes ha acusado de querer tener un presidente “títere”. No son los gobernadores de oposición que lo señalan de querer restarles autonomía, de buscar someterlos y que no comulgan con sus políticas públicas. Me refiero a un sector importante y numeroso de la población que mantiene la expectativa de que gobierne de la mejor manera, pero a quienes les surgen dudas sobre lo que se está haciendo bien y lo que no en este sexenio y ansían una rendición de cuentas clara que les dé certezas. Pero el presidente lo mantienen aislado de esa realidad, sus cercanos no se atreven a disentir y le han convencido de que quienes lo cuestionan son sus enemigos y persiguen intereses turbios, le conceden atributos supremos que le mantienen a salvo hasta del COVID 19 y eso le hace daño a un presidente cuya mayor cualidad, la que le llevó a movilizar a las masas, a inspirar todo un movimiento fue su conexión con la gente, con el pueblo, su cercanía. Hoy lo mantienen ajeno, casi en un pedestal del que no permiten que baje para que no se de cuenta que no todos los que enarbolan la bandera de Morena lo hacen con su misma visión. Le hacen creer que todo tiene que ver con lo electoral, y sin duda que hay muchos que buscar sacar tajada, pero no todo gira en torno a las elecciones, a los ciudadanos el 2021 les queda lejos, cuando tratan de salir al paso día a día. La crítica puede construir si se sabe capitalizar, eso lo entendió López Obrador al cierre de la campaña del 2018, cuando se reconcilió con los empresarios, al menos de forma momentánea y recibió su respaldo. El presidente tendría que salir de esa burbuja que le han creado y reconectarse con la población, incluso con quienes no piensan como él, pero para quienes gobierna. La pluralidad y la tolerancia son fundamentales en una democracia. Ojalá y el presidente lo recuerde y que pase del enojo, de la confrontación, a la inclusión. Pues no hay que olvidar que quien gobierna está bajo el escrutinio público y si no se está dispuesto, es mejor no entrarle.