7:30 de la mañana y apenas el color azul se asoma en el techo de Manzanillo, el rumbo es cerca de la playa La Audiencia, pero de camino hacia el hotel Las Hadas, ahí es la base. No es casualidad, la temática resulta de ensueño como entrar en una postal cálida y encantadora. Después de la tormenta, apenas hacía unos días que los nublados ensombrecieron ligeramente estas tierras, pero llega la calma por eso al horizonte no se ve más que esas montañas que se divierten formando siluetas. Las palmeras simplemente chocan a contraluz esperando ese amanecer, hay que reconocer el temor existía por aquello de la temporada de frentes fríos, pero no decepcionó, sobre el empedrado se ha podido apreciar cómo se asoma la luz del sol y acompaña a este grupo a su destino. Y ahí está, enorme iluminando el lienzo de estructuras griegas en lo que el transporte se compromete en el sinuoso camino cuesta arriba para llegar. La historia de Manzanillo podría decirse que es joven, apenas en 1800 se llamó Cozcatlán mejor conocido como “La esmeralda del pacífico”, capital mundial de la pesca de pez vela. Pero el escenario que pinta en esta montaña sin duda es el complejo hotelero basado en dos continentes: Europa y Asia antigua, 10 torres con un toque morisco y mediterráneo, compuesto de concreto, cantera, y mármol, es un 5 estrellas. La tranquilidad del oleaje en esta playa es lo que la caracteriza, está protegida por una caleta, donde el oleaje es suave y las pendientes moderadas convirtiéndola en la playa más tranquila de la Bahía de Manzanillo. Es el primer día en el que se puede disfrutar no solo del clima insuperable, sino de la brisa sin pensar en nada más; por la tarde no pide más el sueño viviente, se asoman hadas, pegasos y gárgolas en el ocaso, los callejones aquí enmarcan la caminata laberíntica, pero que cuentan una historia, la crónica de un viaje.