El caos se hace permanente en el partido Movimiento de Regeneración Nacional, el del presidente Andrés Manuel López Obrador. Hay algo importante que deben saber los ciudadanos respecto del funcionamiento de los partidos políticos. Para participar en una elección un instituto debe contar con registro, estatutos, dirigencias formales nacional, estatales y municipales, así como una estructura de partido que participe en la movilización y vigilancia de casillas. Si no se cuenta con dirigencias formalmente electas, es muy difícil registrar legalmente candidatos ante organismos electorales. Incluso, al no estar legitimadas las dirigencias, se presta para que los mismos militantes, que no hayan sido favorecidos con una candidatura, litiguen en tribunales, lo que genera confusión, desgaste, incertidumbre o un caos absoluto. El otro requisito elemental es que los partidos cuenten con una estructura electoral que hace la terea de movilizar votantes, que promociona sufragio y que vigila casillas el día de la elección. Obvio, la estructura la integran los militantes del partido político. Sin ellos, los candidatos tendrían muy poca efectividad y seguramente perderán elecciones. En estos momentos Morena, el partido de López Obrador, cuenta con un registro. Legalmente es un partido, sin embargo, han sido incapaces de elegir a sus dirigentes nacionales.  Ante su notoria y evidente desorganización, han sido tribunales y organismos electorales quienes dieron algo de formalidad a la dirigencia de Morena. Todo hace suponer que no imperará la cordura y no habrá acuerdo para elegir una dirigencia funcional.  Morena tiene un segundo problema. Al ser un partido nuevo, no cuenta con una estructura para promover el voto y para vigilar el 100 por ciento de casillas el día de la elección. Entonces, es previsible que, ante la evidencia del caos que todos observamos, Morena tenga muchísimos problemas para elegir candidatos legítimos y llegará disminuido a la jornada electoral. Muy triste que un partido al que la gente dio todo su apoyo en la pasada elección, ahora sus dirigentes sean incapaces siquiera de hacerlo que funcione, que camine. Su desgracia, en parte, también es una desgracia para el sistema democrático del país.