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Irónicamente, mientras se repartían culpas, de Catedral sonaba el “Himno a la Alegría”; y como potosino yo si les escribo a los protagonistas de aquella tarde, a todos: ¡ASÍ NO!.
00:43 jueves 18 julio, 2019
Colaboradores
Cartas desde mi burladero…
San Luis Potosí, S. L. P., a los 18 días del mes de julio del año de Gracia del tercer milenio y de la era cristiana de 2019
A LOS MIEMBROS DEL CABILDO DE SAN LUIS POTOSÍ
PRESENTES.- El Palacio Municipal de la muy noble y leal ciudad de San Luis Potosí es la sede del poder municipal y su administración -como residencia del Cabildo- función que se cumple, dirige, discute, dialoga, acuerda, alimenta, refuerza y razona desde el Salón de Cabildos, o al menos DEBIERA. La historia nos remonta a las casas reales de la naciente ciudad (s. XVII-XIX) y a fines del siglo XIX y principios del XX, residencia del ilustre prelado mexicano, Obispo de San Luis Potosí, don Ignacio Montes de Oca y Obregón, quien lo remozó como ahora lo conocemos. Por ejemplo, el Salón de Cabildos ocupó su suntuosa biblioteca y no era para menos, Montes de Oca -independientemente de su sacerdocio- ha sido considerado uno de los hombres más intelectuales de la historia mexicana, “Ipandro Acaico”: 7 idiomas, magnifico orador, superior humanista, poeta, escritor, traductor y otros galardones académicos. Y me refiero a su persona, para medir el tamaño de personaje que habitaba el hoy Palacio Municipal y cuya biblioteca era el epicentro de su superior intelectualidad, honorabilidad y categoría. Lo anterior sin menospreciar a quienes después ahí han despachado. Recuerdan que el pasado lunes 15 de julio, en ese mismo Salón, anunciada para las 18:00 horas, la Sesión de Cabildo Municipal se retrasó por las razones más deplorables y chafas con un numerito digno de un recuerdo en falso macopan a la corrientada. Por una parte, se hicieron presentes grupos de personas señaladas como "gallardistas" que arremetían en insultos contra el Secretario del Ayuntamiento, Sebastián Pérez, al grito de “¡Fuera Sebastián!” y por otra los señalados como "navistas" que se desbocaban contra el Regidor perredista Eloy Franklin, señalado como parte del grupo “gallardista”, al grito de “¡Cárcel a Gallardo!”. De los gritos, y respetando la línea divisora que separa a los observadores de la monumental mesa de madera donde se DEBERIAN de resolver los asuntos que competen a los servicios municipales como agua, luz, drenaje, alumbrado, etc. en las manos del “Honorable” Cabildo, nos fuimos envolviendo en la vorágine violenta que los empujones nos llevaron alrededor de la enorme tabla para terminar entre la lluvia de insultos, objetos e improperios. La nube de reporteros y camarógrafos que hacíamos nuestra labor, traducíamos el interés público que suscitó esa sesión. No por lo que se iba a dirimir, sino por lo que al parecer iba a ocurrir. Era el preámbulo de una vergüenza anunciada. Seguían los tumbos, empujones y señalamientos para unos y para otros, convirtiendo el imponente Salón de Cabildos -cuyo techo alberga el magistral trabajo artístico del italiano Erulo Eroli- en el escenario, nunca visto en la historia potosina reciente, de la polarización arrogante de todos -¡too-doos!, en el Palacio Municipal de San Luis Potosí- cuyos sentimientos alcanzaron un nivel reflejado en la turba iracunda y desembocaron con todo simbolismo entre el Regidor perredista Eloy Franklin y el Tesorero Rodrigo Portilla: “¡Cárcel a Gallardo!”, “¡Fuera Sebastián!”, retumbaban de nueva cuenta ahora de sus labios, presionando con sus gritos las costuras de sus finas camisas y trajes. Compartiendo insultos, frente a frente y de lado a lado de la mesa; mesa cuya razón debería ser el trabajo por San Luis Potosí, fue el pedestal para que la fineza de sus ropas se confundiera con las agresiones y el honor que cada uno de los presentes fue perdiendo mientras más subía el volumen de sus gritos y señalamientos. ¡¡Por los suelos!!. Y no sé quién llevo al Cabildo a los “navistas” y a los “gallardistas”, no sé. Lo que si se, es que mientras se reacomodaban sus miembros y empezaban a repartir las culpas, desde las alturas en las torres de Catedral irónicamente sonaba de su carillón el “Himno a la Alegría”, adaptación de la “nona” de Beethoven que reza: “¡En que los hombres volverán a ser hermanos!”. “Vinieron por su cuenta”, “son ciudadanos libres” y un sinfín de justificantes de unos y otros, que prefiero no recordar y tampoco quiero saber quién, para no decepcionarme más de lo que ya estoy. ¡Tooodoos llegaron por voluntad propia!. Perfecto, les creo. Aun así, eso no iba a ser freno para presenciar lo ocurrido, invitados y orquestados o libres y oficiosos, ya era lo de menos; y más cuando posterior a los lamentables hechos, muy ofendidos e indignados entre ustedes -miembros del Cabildo- se apuntaban: “¡Te hago responsable!”.
Lo que si no voy a conceder es que, si se habla de daños, robos, lesiones, amenazas o autores intelectuales y materiales, no se proceda contra quienes hayan provocado lo ocurrido. Todos, digo ¡too-doos!, tanto los de adentro como los de afuera del Palacio. Digo todos, tanto los de un bando como los de otro. Si robaron un micrófono, si agredieron al Secretario o Regidora, si rasgaron el mantel o si se perdió lo más sagrado y poco que les queda a los servidores públicos: dignidad, respeto y honorabilidad, DEBE HABER ALGUNA SANCIÓN, empezando por la reflexión personal.
Amable lector: estas últimas horas, algunos malamente hemos comparado lo ocurrido en el recinto municipal del Valle del Tangamanga con hechos-lugares que el coloquio social a veces nos ubica para describirlos, ofrezco una disculpa. “Mercados”, “ring”, “circos” y “cantinas”, cada uno tiene su simbolismo, respeto y categoría. Y son recintos que por ninguna razón pondré en la comparativa desastrosa en la que se convirtió el Cabildo capitalino. Perdón por si quiera pensar en ello. Y con esto cierro y tampoco es para todos:
Ya me cansé de ver un San Luis Potosí dividido, politicos convenencieros, partidos hipócritas, administraciones “chamberas”, exfuncionarios cínicos, burócratas que les urge que haya elecciones para reacomodarse, diputados y senadores sinvergüenza y prensa dividida que solo detona en la aún más separación de nuestra sociedad civil, de nuestro San Luis Potosí. Y reitero, no todos. Pero todos reflexionen, reflexionemos.
Yo si responsabilizo, señalo y advierto a todos los protagonistas de aquella tarde, a todos: ¡ASÍ NO!
Porque lo ocurrido en el Palacio Municipal de la muy noble y leal ciudad de San Luis Potosí fue una sublime evocación al gran Lope de Vega y su inmortal obra:
"-¿Quién mato al comendador?-
-Fuenteovejuna Señor-
-¿Y quién es Fuenteovejuna?-
-¡Todo el pueblo Señor!-"
¡Todos!
Gustavo I. Robledo Guillén