Vínculo copiado
No sé si llegaré a viejo, nadie tiene la vida comprada. Pero si eso llega a suceder y sigo viviendo en México y en San Luis Potosí, y alguien me pregunta cómo eran estos días, no sé qué voy a responder. No quisiera decir que eran días aciagos, que los muertos y desaparecidos eran cosa de todos los días y a nadie le importaba. Que los edificios, las escuelas y carreteras se derrumbaban por la corrupción de unos cuantos. Tampoco quisiera decir que nuestra sociedad vivía una crisis ética en la que a pocos les interesaba el bien común. Y si me preguntan por la política… que la corrupción y la ineptitud eran la regla.
21:24 lunes 25 septiembre, 2017
ColaboradoresNo sé si llegaré a viejo, nadie tiene la vida comprada. Pero si eso llega a suceder y sigo viviendo en México y en San Luis Potosí, y alguien me pregunta cómo eran estos días, no sé qué voy a responder. No quisiera decir que eran días aciagos, que los muertos y desaparecidos eran cosa de todos los días y a nadie le importaba. Que los edificios, las escuelas y carreteras se derrumbaban por la corrupción de unos cuantos. Tampoco quisiera decir que nuestra sociedad vivía una crisis ética en la que a pocos les interesaba el bien común. Y si me preguntan por la política… que la corrupción y la ineptitud eran la regla. Preferiría platicar de la solidaridad y coraje de la ciudadanía para afrontar los retos, de los días soleados y el correr del viento mientras jugueteo con mi perro en el parque, de los sueños que día a día hacemos realidad, de los pequeños triunfos comunes como es el tener calles limpias, pasos peatonales pintados, automovilistas sonrientes conviviendo con quien prefiere la bicicleta, de los niños que juegan en la calle como cuando yo lo era. De que podíamos, mujeres, hombres, niños, caminar por las noches sin temor alguno, de que podíamos caminar por el día sin temor alguno, de los talleres de arte en las plazas y parques públicos, de las exposiciones en los museos, de que había tantas pequeñas cosas por las que vivir era una alegría constante más allá de la familia y los amigos. Me pregunto si nuestras autoridades se lo llegan a preguntar siquiera, no cómo quieren ser recordados o cómo quieren recordar ellos estos días, seguramente serán sueños de gloria, sino cómo quieren que los demás recordemos estos días, sus días como responsables de la comunidad. Pero sé que están ocupados pensando en la elección siguiente y que no tienen tiempo para estas nimiedades, para estas pequeñas cosas que pueden hacer la vida diferente. Quizá sólo sean los sinsabores tras el terremoto, quizá sea que estoy harto de lo cotidiano que no puedo ver lo que no se cuenta, pero cuenta mucho, quizá sea que en realidad soñé demasiado, o quizá este sea el mejor momento para empezar a soñar otra vez, todos, juntos, y generemos la agenda pública para el futuro en lo que realmente nos importa.