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La democracia necesita de la verdad, y que los actores, que representan las instituciones, la procuren. Si no protegemos la verdad, la vida de una comunidad se convierte en una selva, donde los más perversos, son capaces de salirse con la suya
02:06 martes 2 junio, 2020
ColaboradoresLa democracia necesita de la verdad, y que los actores, que representan las instituciones, la procuren. Si no protegemos la verdad, la vida de una comunidad se convierte en una selva, donde los más perversos, son capaces de salirse con la suya. Nos referimos a que una comunidad requiere que quienes encabezan las instituciones gubernamentales, judiciales y políticas, se conduzcan con apego a la verdad, en base a datos y estadísticas que son avalados por organismos reconocidos legal y formalmente. Hace 30 años en México no existían instituciones públicas o privadas que midieran indicadores económicos, educativos, de pobreza o inseguridad, o si los había, eran muy limitados en su contenido o era imposible conocerlos. No había leyes que obligaran a los gobiernos a proporcionar información. Esto, obvio, generaba que no tuviéramos información veraz para evaluar a gobiernos. Aquellos gobernantes nos decían lo que querían y no había más que creerles. Cuando me entero, en aquellos años, que en un país como Colombia cualquier persona podía solicitar cuáles eran los sueldos de sus gobernantes, no lo podía creer. Ver la ignorancia en que vivíamos como sociedad mexicana, era realmente vergonzoso. Pero gracias a la lucha de muchos mexicanos, sobre todo de aquellos que sabían que la información era uno de los caminos para lograr la sana democracia, este país logró construir cientos de normas e instituciones, entre ellas el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales. Este mérito es de todos, tanto de gobiernos que cedieron para abrir paso a la modernidad, pero principalmente de aquellos que trabajaron para construir normas e instituciones. En materia de información, México llegó ya muy maduro al 2018, año en que Andrés Manuel López Obrador ganó la Presidencia de la República. ¿Que tiene que ver la madurez informativa de México con López Obrador?. Tiene que ver porque este Presidente ha hecho una forma de vida la mentira. Siendo yo reportero en la Ciudad de México, hace 30 años, laborando en el periódico Uno Más Uno, conocí a Obrador cuando tomó el zócalo apoyado por cientos de trabajadores petroleros. Desde ahí mentía, pero no se notaba porque era un opositor gritando en la calle. Sin las redes sociales que existen hoy, ni al gobierno, ni a nadie sensato le importaba lo que dijera López. El tiempo pasó y Obrador seguía mintiendo. Sus falsedades crecían como la hierba a la orilla del camino. A nadie pareció importarle. Sin embargo, las mentiras encontraron caldo de cultivo en el resentimiento e inconformidad de millones de mexicanos. No era necesario que les probara nada. No fue hasta que tomó protesta como Presidente de la República. Entonces se hizo lo que se tenía que hacer: someter a la legalidad y a la verdad todo lo que dice el Presidente. La palabra de López Obrador no pasó la prueba de la verdad ni siquera el primer día de gobierno. De ahí pal real. Es tal el desastre, que el 100 por ciento de los actos más importantes de este gobierno, dígase los proyectos como Dos Bocas, Tren Maya y Santa Lucía, o acciones de gobierno de todo tipo, son combatidas en los tribunales judiciales, ya sea por particulares, organizaciones de la sociedad civil, gobiernos estatales y municipales, o partidos políticos. Estamos en un punto donde el Presidente de México no tiene el menor recato en mentir. Fija posiciones distintas cada que se le ocurre, de acuerdo al interés mediático que en ese momento traiga en mente. Dice lo que tenga que decir con tal de hacer cuadrar su idea, aunque notoriamente no lo logre. ¿Qué mueve a López Obrador a tener este comportamiento de mentir compulsivamente?. No lo sabemos. Todavía tenemos la esperanza de que sea parte de una “estrategia”. Es lo menos peor que podemos pensar. El tiempo nos ha hecho ver nuestra suerte. En estas, las horas definitivas, necesitamos recuperar la verdad, sino es que la condura.