Ante la escasez de camas en hospitales de Brasil para internar a pacientes con COVID-19, un médico tomó la decisión de transformar su propia casa en una clínica para tratar a su madre, quien padece esta enfermedad. “Creí que iba a morir en mis brazos”, relató Marcos Fonseca Barbosa. Este médico de 36 años, residente de Manaus, había intentado ingresar a su madre a la unidad de cuidados intensivos, pero el hospital público estaba abrumado con la explosión de pacientes con covid. “Tenía fiebre y apenas podía respirar. Debería haber estado intubada. Les dije que era médico, pero nos hicieron esperar más de cuatro horas en sillas de plástico”.

Ubicada al norte de Brasil, Manao ha sufrido los efectos de la pandemia de coronavirus de la misma manera que las grandes ciudades de este país sudamericano. El año pasado, las autoridades locales se vieron obligadas a cavar fosas comunes y reforzar los hospitales con camiones refrigerados. “No culpo en absoluto a mis colegas, sé que estamos viviendo una guerra”, dijo el señor Fonseca, que trabaja en varias clínicas privadas.

En los primeros once días de enero, casi 2 mil pacientes de covid han sido hospitalizados en Manaus, en comparación a los 2,128 que fueron internados en abril de 2020, el peor mes de la pandemia. Nada más en lo que va del 2021, 370 personas han perdido la vida en esta ciudad a causa del virus. “Incluso en mis peores pesadillas, nunca podría haber imaginado algo como esto”, dijo Barbosa.

Salvar a su madre por cualquier medio

Para el joven médico, su madre, Ruth, de 56 años, no podía quedarse a esperar a ser atendida en el hospital. “Era inútil”, recuerda. “Después de un tiempo creí que iba a morir en mis brazos en una silla de plástico. De repente me levanté, la llevé al auto y nos fuimos a casa”. Barbosa pidió ayuda a sus amigos y expacientes para conseguir oxígeno y un ventilador portatil, equipo que le permitió improvisar el tratamiento que recibiría su madre en el hospital. “La mantuve con vida con una máscara de oxígeno”, así como un catéter nasal para ayudarla a respirar. “Me quedé a su lado las 24 horas del día durante cuatro días. Después tuve que volver al hospital. La dejé al cuidado de mi esposa, que es maestra”. El médico indicó que su madre ha evolucionado de manera favorable. “Lo que la salvó fue su voluntad de vivir y la ayuda de Dios. Es un verdadero milagro que siga viva”.

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