Vínculo copiado
La calculada frialdad de la presidenta indica que su objetivo es que Adán Augusto caiga por su propio peso
00:10 miércoles 1 octubre, 2025
ColaboradoresLos escándalos no paran. Hay de todo en las revelaciones contra el exgobernador, exsecretario de Gobernación, precandidato presidencial, notario y líder de Morena en la Cámara de Senadores, el versátil Adán Augusto López Hernández. De ingresos no declarados a enriquecimiento inexplicable; de conflicto de interés a evasión fiscal; de vínculos con el crimen organizado a… Para quien fuera no un desconocido ni un recién llegado, sino el brazo derecho de López Obrador -hombre fuerte del “grupo Tabasco” y a quien varias veces llamó “mi hermano”- ya no es lo duro sino lo tupido.
Los señalamientos no provienen de la tenebra del periodismo ficción ni de un desvariado complot opositor, sino de documentos oficiales y carpetas de investigación. Obviamente hay “filtraciones” y “fuego amigo”, pero de todas maneras la información tiene sustento. Alegar que se trata de una “campaña de la derecha” contra el oficialismo es promover una doble ceguera: primero, frente a las crecientes disputas al interior de la propia coalición hegemónica; y, después, frente a las fuentes en las que se basa cada acusación. Entre más descalifica Morena a los medios, más exhibe su incapacidad para desmentir el contenido que están difundiendo.
Improvisado y arrogante, en términos de comunicación política, el de López Hernández ha sido un pésimo manejo de crisis. Su reputación, más allá del tiempo que permanezca en el cargo, está destruida. De momento, sin embargo, parece que en el obradorismo todavía hay disposición a pagar el costo de sostenerlo. Quizá porque los beneficios que reparte entre sus leales siguen siendo sustantivos, si bien sus leales están cada vez más disminuidos; quizá porque hay una fuerza que lo sigue apuntalando; quizá para evitarse el desgaste intestino de reemplazar a alguien que, claramente, por las buenas no se va a ir. En cualquier caso, dure lo que dure su presente, lo cierto es que Adán Augusto ya no tiene futuro político.
La manera en que lo está gestionando la presidenta es muy ambigua. Y se entiende, es un tema del que no puede desentenderse aunque la ponga en una posición incómoda. Cada que habla de él opta, en consecuencia, por una solución de malabarista inmóvil: no lo defiende a capa y espada, pero tampoco dice nada que lo lastime. Por un lado, insiste en que las investigaciones deben seguir su curso y ella no encubrirá a nadie; por el otro, insiste también en que el senador debe responder los cuestionamientos, salir a aclarar. Ni lo abraza ni lo empuja, no lo toca. Esa calculada frialdad de Sheinbaum da a entender que su objetivo es dejarlo caer por su propio peso.
Al final, el control de daños luce evidentemente orientado a que se separe del cargo, no a que rinda cuentas ante la justicia. He ahí una posible definición del “segundo piso de la 4T” en materia de corrupción: cambio de ficha, pero no de juego.
Que siga la impunidad.
POR CARLOS BRAVO REGIDOR
COLABORADOR
@carlosbravoreg