La guerra de Rusia contra Ucrania no es un conflicto lejano: sus efectos ya impactan el bolsillo, la seguridad energética y la estabilidad económica de México y América Latina. Aunque ocurre a más de 11,300 kilómetros, sus consecuencias se reflejan en el precio del gas, los alimentos, los fertilizantes y la inflación global. Por eso, entender por qué conviene que termine la guerra en Ucrania no es un tema de política exterior, sino una cuestión que afecta directamente a los hogares, empresas y consumidores mexicanos.

​La respuesta trasciende la diplomacia: se encuentra directamente en el bolsillo de los mexicanos, en el precio de las tortillas, la gasolina y en la defensa de los derechos humanos fundamentales.

El efecto mariposa: ¿Cómo golpea el conflicto al bolsillo mexicano?

Aunque geográficamente distantes, la economía globalizada conecta a México directamente con las consecuencias de la guerra en Europa del Este. El conflicto ha detonado una serie de reacciones en cadena que afectan las finanzas públicas y familiares de manera tangible.

​1. Presión inflacionaria y combustibles

La guerra en Europa del Este ha provocado una volatilidad histórica en los mercados energéticos globales, afectando precios de petróleo, gas y combustibles. Aunque México es productor de crudo, no refina lo suficiente para cubrir su demanda interna, lo que lo obliga a importar gasolina, diésel y gas LP.

El resultado directo: mayores costos de importación que se trasladan al consumidor, presionando la inflación en México, especialmente en transporte, electricidad y alimentos. En otras palabras, cada mes de conflicto prolongado golpea el poder adquisitivo de los hogares mexicanos y encarece la operación de negocios en todo el país.

​Factores que amplifican el impacto:

​Según datos recientes, Petróleos Mexicanos (Pemex) sigue importando una parte importante —cerca del 60 %— de los combustibles que consume México. 

En 2025, de acuerdo con cifras oficiales, aproximadamente el 53 % de la gasolina consumida en México provino de importaciones.

Por lo tanto, cuando sube el precio internacional del crudo —como sucede por conflictos globales— ese efecto se traslada en gran parte al costo de la gasolina importada, lo que impacta directamente en inflación, transporte y costo de vida en México.

​Incremento en gas natural y combustibles industriales: el gas natural, esencial para la industria y la generación eléctrica, también subió de precio. Esto encarece los costos de operación, producción y electricidad.

​Efecto cascada en la cadena productiva: al subir el costo de transporte y energía:

​Aumenta el costo de mover mercancías.

​Se encarecen los empaques, procesos industriales, refrigeración y logística.

​El supermercado lo refleja: alimentos, productos básicos y manufacturas suben de precio.

​Persistencia inflacionaria: la inflación importada no desaparece rápido; se mantiene porque depende de factores externos, como mercados globales, sanciones, producción energética y tensiones geopolíticas.

​2. La crisis de los fertilizantes y el campo mexicano

​Los fertilizantes —urea, fosfatos, potasa y amoniaco— son insumos críticos para la producción agrícola. En México se utilizan principalmente para:

1. Maíz (el cultivo más importante del país)

Más del 60% del maíz comercial se produce con fertilizantes nitrogenados (urea y amoniaco).

Es clave para mantener rendimientos estables, especialmente en zonas de temporal.

2. Trigo y sorgo

Usan fosfatos y potasio para acelerar crecimiento y mejorar productividad.

3. Frutas y hortalizas (agroexportación)

Aguacate, jitomate, berries, chile, limón y otros productos de exportación dependen fuertemente de la fertilización química.

México es potencia exportadora: cualquier aumento de costos afecta la competitividad.

4. Caña de azúcar, café y algodón

Requieren mezclas de nitrógeno y fosfatos para mantener la calidad comercial.

En resumen: sin fertilizantes importados, México no alcanza los rendimientos necesarios para alimentar su mercado interno ni para mantener su papel de exportador agrícola.

​Consecuencias directas:

​Disrupciones en cadenas de suministro: sanciones, bloqueos logísticos y menor producción reducen la disponibilidad global, lo cual dispara los precios.

Aumento de costos para productores agrícolas: el encarecimiento de los fertilizantes —que durante 2022 y 2023 llegaron a costar dos o hasta tres veces más por la interrupción del suministro desde Rusia y Ucrania— golpeó de lleno a los pequeños y medianos productores mexicanos, quienes ya operan con márgenes estrechos y sin capacidad de absorber incrementos de ese tamaño. Cuando los costos de urea, amoniaco o fosfatos se disparan, muchos agricultores simplemente no pueden sembrar o deben reducir la superficie de cultivo, lo que deteriora su ingreso anual. Este escenario explica por qué, en distintos estados del país, surgieron bloqueos, protestas y movilizaciones campesinas: no se trata sólo de demandas políticas, sino de una presión económica directa que amenaza su subsistencia. La dependencia de México de fertilizantes importados convierte un conflicto internacional en una crisis local para miles de productores rurales.

​Reducción de rendimiento: ante costos excesivos, muchos agricultores reducen la cantidad de fertilizante aplicado, cambian de cultivos, postergan siembras o siembran menos superficie. Esto baja inevitablemente el rendimiento de las cosechas.

Impacto directo al consumidor: menor producción sumada a mayor costo resulta en precios más altos en:

Tortilla y maíz.

​Frutas y verduras.

​Alimentos pecuarios debido a que el alimento para animales también sube.

​Riesgo de desabasto regional: no necesariamente un desabasto nacional total, pero sí afectaciones en regiones agrícolas clave como Sinaloa, Guanajuato y Veracruz.

​3. Finanzas públicas bajo tensión

La relación del gobierno mexicano con los precios del petróleo es compleja. Subir el petróleo puede parecer positivo a primera vista, pero no necesariamente mejora las finanzas nacionales en el balance final.

​Por qué el efecto es mixto:

Más ingresos por exportaciones: cuando sube el barril, México recibe más dinero por el petróleo crudo que exporta.

​Pero… México importa combustibles caros: la refinación nacional no es suficiente y gran parte de las gasolinas se compran en el extranjero a precios elevados.

​El subsidio a la gasolina presiona el presupuesto: para evitar un aumento brusco en gasolinas que dispararía la inflación, el gobierno suele suspender el cobro del IEPS impuesto al combustible o aportar subsidios directos. Esto equivale a miles de millones de pesos menos de ingresos fiscales.

​Impacto sobre el déficit y la deuda: menos ingresos netos más mayor gasto resulta en una mayor presión fiscal, lo que puede aumentar el déficit público, los costos de la deuda y la percepción de riesgo ante inversionistas.

​Política monetaria más rígida: ante presiones inflacionarias externas, el Banco de México eleva tasas de interés para controlar la inflación. Lo cual encarece créditos, desincentiva inversiones y enfría el consumo interno.

​Volatilidad del tipo de cambio: las tensiones internacionales suelen llevar a los inversionistas a refugiarse en monedas fuertes como el dólar, generando movimientos bruscos en el peso mexicano y afectando el costo de las importaciones.

El bloqueo de granos: una amenaza creciente para la seguridad alimentaria

​Ucrania es reconocida mundialmente como uno de los mayores graneros del mundo. Antes de la guerra, su producción agrícola alimentaba no sólo a Europa, sino también a Medio Oriente, África y América Latina a través de cadenas globales de importación. Desde que inició el conflicto en 2022, el país ha visto bloqueados sus puertos en el Mar Negro, destruidas áreas de cultivo, incendiados almacenes y dañada maquinaria agrícola clave.

​Esto redujo drásticamente la disponibilidad de trigo, maíz, cebada y aceite de girasol en el mercado internacional, generando un efecto dominó que llega hasta la mesa de los hogares mexicanos.

​1. El impacto del alza en precios internacionales de granos básicos

​Aunque México es productor de maíz, depende del mercado internacional para cubrir su demanda total, especialmente en maíz amarillo utilizado para ganadería y alimentos procesados.

​Menor oferta, precios globales más altos: la salida del “granero del mundo” presionó los precios de referencia de Chicago y otras bolsas de futuros. Esto significa que México paga más caro por cada tonelada importada.

​Efecto directo en harina y tortilla: la industria harinera mexicana ajusta precios conforme suben los costos del trigo importado. La tortilla —producto central del consumo nacional— aunque depende del maíz blanco producido en México, se ve impactada por el aumento en fertilizantes, transporte y el maíz amarillo utilizado en la cadena alimentaria general.

​2. Aumento de costos ganaderos y efecto en proteínas básicas

​Gran parte del maíz amarillo y trigo importados sirven como alimento para ganado bovino (carne y leche), cerdos y aves de corral (carne y huevo).

​Suben los costos de producción: los agricultores y ganaderos deben pagar más por el alimento, lo que presiona a toda la cadena productiva.

​Suben los precios de la proteína animal: esto afecta el bolsillo de las familias mexicanas porque incrementan la carne de res, pollo, huevo, uno de los alimentos más consumidos en el país, y productos lácteos. Para un país donde la dieta depende fuertemente de proteínas de origen animal, estos incrementos pegan especialmente fuerte.

​3. Inflación alimentaria y mayor vulnerabilidad social​

 ​Antes de la guerra, el 59.1% de los hogares mexicanos ya vivían algún nivel de inseguridad alimentaria. El conflicto no creó el problema, pero sí lo agravó.

​Inflación alimentaria histórica: desde 2022, México y gran parte del mundo han visto aumentos de dos dígitos en alimentos básicos y volatilidad de precios semana a semana. El problema no es solo el precio, sino la persistencia: la inflación alimentaria tarda más en bajar que la general.

​Impacto desproporcionado en hogares vulnerables: las familias de ingresos bajos destinan entre el 40% y el 50% de sus ingresos a comida. Por eso, un aumento del 10% al 20% en alimentos esenciales reduce la calidad de la dieta, obliga a sustituir proteína por carbohidratos baratos y aumenta la malnutrición.

​4. Un riesgo estructural para México

​El bloqueo de granos de Ucrania reactivó discusiones globales sobre la dependencia de importaciones agrícolas y la fragilidad de las cadenas de suministro. Para México, el riesgo es doble:

​Dependencia del exterior: México depende en un 40% aproximadamente de importaciones para satisfacer la demanda interna de granos estratégicos.

Baja productividad agrícola: factores como el alto costo del agua, los fertilizantes y la falta de infraestructura de riego limitan la capacidad del país para sustituir importaciones.

​Vulnerabilidad ante shocks externos: cualquier crisis —climática, bélica, logística— afecta rápidamente a los precios nacionales.

​Efectos a futuro si persiste el conflicto: si la guerra continúa y la producción ucraniana sigue bloqueada, los precios de maíz y trigo seguirán fluctuando al alza, la cadena ganadera enfrentará costos altos por más tiempo y los hogares mexicanos tendrán que destinar mayor porcentaje del ingreso a comida.

​Más allá de la economía: ¿Quiénes son los ucranianos?

Entender la guerra también implica mirar más allá de cifras y mercados: exige comprender la dimensión humana. Ucrania es una nación con identidad propia —lengua, tradiciones, historia, símbolos y una visión del mundo construida a lo largo de siglos— que no es idéntica a la de sus vecinos, incluido Rusia. A lo largo de su historia, el territorio ucraniano ha estado bajo la influencia y el dominio de distintos imperios, entre ellos el zarista y el soviético, procesos que marcaron profundamente su vida cultural y política.

La lucha actual por defender su territorio y su soberanía no surge de la nada: responde a una trayectoria histórica de intentos por consolidar su Estado, su lengua y su derecho a decidir su propio futuro. Para muchos ucranianos, esta guerra no es únicamente una disputa geopolítica, sino un esfuerzo por preservar su identidad, su memoria colectiva y su dignidad como pueblo. Es, en términos humanos, la defensa del derecho a existir en sus propios términos.

​Una historia de resistencia: Holodomor y Rusificación

La identidad ucraniana ha enfrentado periodos de fuerte presión sobre su lengua y cultura, pero aun así ha logrado mantenerse y fortalecerse con el tiempo:

​El Holodomor (1932–1933): un genocidio por inanición provocado por políticas de la URSS, donde millones de ucranianos murieron de hambre. No fue un desastre natural, sino una confiscación deliberada de alimentos para quebrar la estructura social del campo ucraniano.

​Rusificación: desde el siglo XIX (como el Ukaz de Ems de 1876) hasta la era soviética, se prohibió el uso del idioma ucraniano en la educación y la cultura, buscando asimilar forzosamente a la población.

​Violaciones actuales y Derechos Humanos

​Las agresiones denunciadas en la actual invasión replican patrones históricos oscuros. Organismos internacionales han documentado acciones en territorios ocupados (Donetsk, Lugansk, Jersón, Zaporizhzhia) que atentan contra la identidad nacional:

​Imposición de ciudadanía: coerción para aceptar pasaportes rusos bajo amenaza de negar servicios de salud y empleo.

​Deportaciones forzadas: traslado de civiles, incluidos niños, hacia territorio ruso, lo cual constituye un crimen de guerra.

​Borrado cultural: imposición del sistema educativo ruso y persecución de la lengua ucraniana.

​¿Por qué debe importarle al mundo —y a México— la guerra en Ucrania?

La guerra en Ucrania no es un conflicto aislado: tiene implicaciones para el sistema internacional. El uso de la fuerza entre Estados genera tensiones en torno a principios que sostienen la cooperación global, como la integridad territorial, la no intervención y los mecanismos de seguridad colectiva. Estos marcos contribuyen a que países de distintos tamaños —incluido México— interactúen en condiciones más estables y previsibles.

Para México, que participa activamente en foros multilaterales y promueve la solución pacífica de controversias, el conflicto plantea desafíos prácticos y de política exterior. La manera en que evolucione esta guerra puede influir en distintos ámbitos:

Mercados energéticos: Las tensiones geopolíticas han generado variaciones en los precios internacionales del petróleo, gas y derivados. Dado que México importa una parte significativa de los combustibles que consume, estos cambios pueden afectar costos internos y presionar la inflación.

Seguridad alimentaria: Las interrupciones en el comercio global de granos y fertilizantes impactan la producción agropecuaria y los precios de alimentos básicos. Esto es relevante para México, cuya agricultura depende parcialmente de insumos importados.

Migración y cooperación internacional: Los desplazamientos de población y los ajustes en las estrategias de seguridad influyen en organismos multilaterales donde México mantiene compromisos y participa en la toma de decisiones.

En conjunto, estos factores ayudan a explicar por qué la evolución del conflicto es monitoreada fuera de Europa del Este. Más que una cuestión de afinidad política, se trata de entender cómo los cambios en el entorno internacional pueden repercutir en la economía mexicana, en su seguridad y en los espacios donde define su política exterior.

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Con información de Excélsior