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La tensión entre crecimiento económico y sostenibilidad no es nueva
00:10 jueves 25 septiembre, 2025
ColaboradoresDurante gran parte del siglo XX y lo que va del XXI, el crecimiento económico ha sido considerado el principal indicador de bienestar de una sociedad. El Producto Interno Bruto (PIB), la inversión y la productividad se han convirtido en la vara con la cual medimos el éxito de un país. Sin embargo, surge una pregunta ineludible: ¿de qué sirve crecer económicamente si el costo es un deterioro ambiental irreversible o una profundización de las desigualdades sociales?
La tensión entre crecimiento económico y sostenibilidad no es nueva, pero se ha intensificado en las últimas décadas. Los desafíos del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la presión social por una distribución más justa de la riqueza nos obligan a repensar los modelos de desarrollo.
Históricamente, los países buscaron crecer a través de la industrialización, la urbanización y la expansión del consumo. Estos procesos generaron empleos, incrementaron los ingresos y mejoraron la infraestructura. No obstante, también dejaron un saldo negativo: contaminación, sobreexplotación de recursos naturales y, en muchos casos, una desigualdad creciente, lo cual es especialmente importante y te lo platico por que en tres puntos.
Primero: El crecimiento basado únicamente en la expansión de la producción y el consumo puede resultar insostenible. Las externalidades ambientales y sociales, muchas veces invisibilizadas en las cuentas nacionales, terminan afectando la calidad de vida de las personas y la estabilidad económica en el largo plazo.
Segundo: Las empresas y gobiernos han comenzado a incorporar la sostenibilidad en sus estrategias. Desde el impulso de energías renovables, la implementación de modelos de economía circular y reciclaje, hasta el desarrollo de instrumentos financieros verdes, la sostenibilidad ya no es una opción decorativa, sino una condición necesaria para competir y perdurar.
Tercero: La realidad es clara: crecer rápido es atractivo, pero la sostenibilidad exige planear a largo plazo. El riesgo es evidente: un crecimiento acelerado y desordenado puede derivar en crisis ambientales y sociales que, al final de cuentas, frenan el desarrollo, por lo que lograr un equilibrio entre crecimiento económico y sostenibilidad requiere acción coordinada.
Para lograr este equilibrio es necesario la inclusión de políticas públicas inteligentes con incentivos fiscales para empresas verdes, inversión en infraestructura sustentable y normativas claras que reduzcan impactos ambientales, empresas responsables que incorporen criterios ESG (Environmental, Social & Governance) en sus planes de negocio, innovación en productos y procesos menos contaminantes, consumidores conscientes de sus decisiones de compra que premien a las empresas sostenibles y presionen a las que no lo son y que la academia realice investigación, formación y proyectos que prioricen el impacto social y ambiental, además del económico.
En fin, el debate no debe girar en torno a elegir entre crecimiento económico o sostenibilidad. Ambos son complementarios. El verdadero desafío es diseñar un modelo de desarrollo donde la generación de riqueza no comprometa el bienestar de las personas ni el futuro del planeta. Nuestro mañana dependerá de la capacidad para crecer no solo más rápido, sino mejor: con inclusión, responsabilidad ambiental y visión de largo plazo. El futuro exige un desarrollo que sea, a la vez, próspero y sostenible.