MÁS GOLES. Hay días en que la política mexicana se siente como un partido amistoso jugado en medio de un terremoto. Mientras Estados Unidos deja entrever que su relación comercial con México podría tambalearse —otra vez—, el encuentro entre la presidenta Sheinbaum y Donald Trump girará en torno al futbol. Lo que está en juego no son goles, sino empleos, empresas y estabilidad económica. Lo que nadie dice en voz alta es que el T-MEC está entrando a una etapa de revisión donde cualquier guiño, amenaza o berrinche tiene peso real. Y mientras en Washington no mide cada palabra, acá el discurso es pragmático, maduro, bien pensado. Pero en el terreno, las afectaciones ya se sienten: paros técnicos, sueldos recortados, cadenas productivas amputadas de un día para otro. Miles de trabajadores hoy viven con la incertidumbre de si su fábrica seguirá abierta mañana. INCERTIDUMBRE EN LA INDUSTRIA. San Luis Potosí es quizá el ejemplo más claro de lo que hablamos. El sector automotriz, que sostiene buena parte de la economía local, ya reporta reducciones de producción, riesgo de reubicación de inversiones y una cadena de proveedores en modo supervivencia. Decenas de empresas operan al filo del margen, ajustando jornadas, disminuyendo salarios o descansando personal. Y mientras todo eso ocurre, el gobierno estatal guarda un silencio incómodo, como si la turbulencia mundial no alcanzara la Zona Industrial. Lo inquietante no es sólo lo que está pasando, sino lo que podría ocurrir si el acuerdo comercial se fractura. El riesgo es real, inmediato y profundo. Por eso sorprende —e irrita un poco— que en la agenda pública se imponga el balón sobre la balanza comercial. México no necesita amistosos; necesita certezas. Y la pregunta que queda en el aire es tan simple como urgente: ¿Quién va a entrar a defender cuando los primeros goles en contra ya cayeron y la portería sigue abierta? El guion oficial ya no alcanza NADIE HABLA DE LO QUE AFUERA SE GRITA. En Soledad de Graciano Sánchez, la realidad siempre termina filtrándose por las grietas del discurso. Mientras el municipio insiste en presumir números, detenciones y recorridos, la calle cuenta otra historia: una en la que la percepción ciudadana no mejora porque los hechos no se pueden maquillar. Este jueves, la Mesa Regional de Seguridad se celebró entre fotografías oficiales y declaraciones de “resultados”, pero ni una sola palabra se dedicó al asesinato de un velador en la colonia El Morro, ocurrido esa misma madrugada. Ni un “se investiga”, ni un reconocimiento mínimo del hecho. El silencio, en este caso, dice más que cualquier informe. Y aquí surge la pregunta incómoda: ¿Qué se gana ocultando lo evidente? Porque mientras se destacan detenciones y operativos, la noticia del hombre encontrado sin vida en plena calle, tras escucharse detonaciones horas antes, quedó fuera del guion. Y esa decisión no es menor, pues revela una estrategia que intenta controlar la narrativa sin atender la realidad que vive la gente. La seguridad no se mide por lo que se anuncia, sino por lo que se siente al salir de casa. Y cuando las autoridades ignoran lo que ocurre a la vista de todos, la ciudadanía percibe claramente que el problema no es sólo la violencia, sino la incapacidad de nombrarla. Frenar Ley Bozal PENALIZAR LA DENUNCIA. En San Luis Potosí se cocina una reforma que suena más a advertencia que a modernización; una norma que se percibe será para penalizar la denuncia ciudadana y el hartazgo social al catalogarlas como “alarmas públicas” y “alteraciones a la paz social”, sin explicar quién y como se decide qué alarma y a quién incomoda. La organización "Cambio de Ruta" pidió frenarla porque, más allá del discurso técnico, todos sabemos lo que de verdad se juega: la posibilidad de que la crítica, la investigación o incluso la sátira terminen tratándose como delitos sólo porque alguien en el poder necesita silencio. Y uno no puede evitar preguntarse: ¿para qué sirve regular la inteligencia artificial si ni siquiera estamos dispuestos a tolerar la libertad humana? ¡Excelente fin de semana!