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El espíritu de Nueva York está en su diversidad, en su libertad, en su vocación omnímoda y omnívora que le imprime autenticidad
00:10 jueves 6 noviembre, 2025
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El contexto no era político: un foro sobre festivales de artes escénicas en la ciudad coreana de Busán. Al compartir panel con el director del legendario Festival de Edimburgo y con su colega de Sziget, bastión de resistencia musical en la Hungría de Orbán, no me quedaba más ruta en tanto productor de un encuentro de teatro contemporáneo que hablar de lo importante de pensar, escribir y poner en escena la vida –en su inmensa, terrible, entrañable variedad– para construir sociedades de ciudadanos.
El discurso merecía algún aplauso pero no las lágrimas de la mujer que dijo encontrar en él la esperanza que cada vez pena más en cultivar cuando las cosas van tan mal en su país.
Una neoyorquina.
La devolví a su realidad; lo que la movía a lágrimas era su propia ciudad: ese Nueva York de Broadway, off-Broadway y off-off-Broadway, de Astoria y Harlem, Uptown y Downtown, blanco y negro, café y amarillo, kosher y halal, queer y turístico, capitalista y popular, desafiante en su liberalidad, impenitente en su diversidad.
Los ojos volvieron a humedecérsele.
Hipótesis sin más fundamento que la intuición (pletórica de certidumbre): esa mujer votó ayer por Zohran Mamdani para alcalde de su ciudad.
Llegada la elección, el demócrata encabezaba todas las encuestas por doble dígito, salvo una que aventajaba por 5 puntos. Es casi seguro que a estas alturas sea alcalde electo. No es, sin embargo, de ese triunfo –especulativo al escribir– que quiero hablar sino del que obtuvo ya: la victoria cultural.
Musulmán nacido en Uganda y criado en el Upper West Side, opuesto a la invasión de Gaza, Mamdani debió hacer campaña con acusaciones de antisemitismo que no se sostienen cuando sus mentores (Marc Kagan, Bernie Sanders), sus referentes políticos (Ed Koch) y sus principales activistas (la chef Alison Roman, la modelo Emily Ratajkowski) son judíos. Sus propuestas de política pública han sido muy objetadas, y acaso con razón: congelar rentas se antoja solución de vivienda insuficiente que podría redundar en deterioro de la calidad de vida; una cadena de abarroterías públicas subsidiadas acaso terminaría por quebrar microempresarios.
No hay duda, sin embargo, de que es inspiracional: en un año, se posicionó como figura política empática y asequible, con preocupaciones y tono ciudadano, en buena medida a partir de un activo político raro: la sinceridad. Ante una crisis de representatividad de la clase política –en su partido y en todos, en su país y en todos–, Mamdani parece entrañar un esperado relevo generacional ya sólo por ser tan normal como sus votantes, tan único como ellos, tan real y contradictorio y peculiar como cualquier ciudadano.
Ojalá sea el buen administrador público que necesita Nueva York. Es ya el buen político que reclamaba con urgencia la democracia global.
POR NICOLÁS ALVARADO
COLABORADOR
IG y Threads: @nicolasalvaradolector