La escena en Malta es clara: la Internacional Socialista (IS) se reúne a finales de noviembre, con Pedro Sánchez como figura central, y ahí decide expulsar de sus filas al Partido Revolucionario Institucional (PRI), por las “acciones” de su dirigente, el pendenciero Alejandro Moreno Cárdenas.

Después de casi 30 años de pertenencia y tras haber ocupado la vicepresidencia mundial de la IS hasta julio de 2024, el senador priista terminó convertido en el principal problema de la organización, no en su aliado.

Fiel a su estilo, el PRI de Alito respondió intentando cambiar la narrativa, argumentando que fueron ellos quienes abandonaron primero a la IS y la acusa, a través de Sofía Carvajal, su secretaria de Asuntos Internacionales, de ser “unilateral, opaca, evasiva, ineficiente, anticuada, burocrática, agresiva, antidemocrática y corrupta” desde que Sánchez asumió la presidencia en noviembre de 2022.

El comunicado del 27 de noviembre, difundido un día antes del consejo en Malta, suena menos a balance político y más a rabieta preventiva del dirigente que sabe que será expulsado.

El texto priista va más lejos: habla de arrogancia e intolerancia de los dirigentes de la IS, insinúa malversación de recursos y acusa que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) recibió dinero del régimen de Nicolás Maduro mediante triangulaciones.

En el mismo documento, el PRI enumera como motivo del rompimiento la intención de incorporar a Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador y de Claudia Sheinbaum, que ha llevado al tricolor hasta la cuarta posición en las preferencias electorales.

Mientras tanto, el polémico político campechano denunció que desde 2018 existe “asedio” a la democracia y un proceso de polarización política en México.

Sin embargo, es de todos sabido que, lejos de reconstruir al PRI, Alito Moreno ha optado por la estridencia. En agosto, su imagen recorrió titulares de todo el mundo cuando se fue a los golpes contra el morenista Gerardo Fernández Noroña, entonces presidente del Senado.

Hace unas semanas subió todavía más el tono al responsabilizar a la administración de Sheinbaum de la violencia e impunidad y sentenciar: “El pueblo de México hoy está indignado; este es un Gobierno de mierda”. Es difícil defender la calidad democrática con ese vocabulario.

La inconformidad del PRI con los procesos internos de la IS, en particular con la elección de Miguel Vargas Maldonado como presidente del comité para América Latina en febrero, terminó de tensar la cuerda.

En lugar de debatir políticamente, el tricolor, ya como integrante de la chiquillada política en México, calificó su gestión de “ineficiente, mediocre y arrogante” y cuestionó su legitimidad.

Por todo eso, el comité de ética tomó nota y actuó. Lo que deja ver que la IS seguirá con sus propias contradicciones; el PRI, con sus fantasmas. Pero la factura inmediata se le cobra al senador Alito Moreno, el “dirigente” que confunde oposición con berrinche y que hoy paga, a escala internacional, el costo de su pésimo estilo de hacer política.

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EN EL GOBIERNO FEDERAL no hay duda: Alessandra Rojo de la Vega y Sandra Cuevas están detrás de los grupos que provocaron disturbios en la CDMX durante las protestas del pasado 15 de noviembre.

Las autoridades identificaron a integrantes de la llamada “Chokiza” y de la organización “Los 300”, cuyo centro de operación ubican en el municipio de Ecatepec, Estado de México.

En Palacio Nacional, aseguran que cuentan con elementos para sostener que la actual y la anterior titular de la alcaldía Cuauhtémoc financian al llamado “Bloque Negro”.

Conviene recordar que el principal líder de la “Chokiza”, Alejandro Mendoza, mantuvo una relación sentimental con Sandra Cuevas, tal como ella misma lo aceptó.

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Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “De la cúpula internacional a la chiquillada local: el viaje exprés de Alito”.

POR ALFREDO GONZÁLEZ CASTRO 

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@ALFREDOLEZ