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Tanto en el escenario virtual, como en el receptáculo de los libros, ha mostrado una claridad, ingenio y sagacidad, para explicar
00:10 miércoles 29 octubre, 2025
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En la ciudad de Frankfurt -en una de sus plazas más icónicas- la Römberg, se erige una fuente que en su cúspide está coronada con la estatua de la Diosa de la Justicia. Descubierta de los ojos -a diferencia de las representaciones habituales-, y armada con una espada y una balanza, se presenta como un ícono atemporal del Estado de Derecho. Colocada al centro de la plaza, alejada de los Tribunales, erguida para ser vista por todos, y flanqueada en la base que la sostiene, por las representaciones míticas de la justicia, caridad, esperanza y templanza, es en su sencillez, un estandarte imprescindible de esa ciudad.
Si destilamos el simbolismo, más allá de las exquisiteces artísticas, el mensaje sigue siendo una lección para el presente y una aspiración al futuro. Si habremos de construir una semiótica de la justicia, que ésta se cimente sobre valores pétreos, vigilante pero ecuánime, protectora pero esperanzadora.
También encontramos otra lección: los estandartes de la justicia dejaron de ser monopolio de las cortes y los tribunales. Estos van a forjarse con la mirada sagaz de la gente. Al igual que la Diosa de la Justicia, todos debemos escudriñar las simbologías del derecho, pero despojados de vendajes, equilibrados pero críticos. Que se exija templanza, esperanza, bondad y justicia en las normas como basamento central de nuestro orden social.
Si como juzgadores fallamos -porque fallamos- en explicar eficazmente los símbolos fundamentales de nuestro Estado de Derecho, y en contener el hollín erosionante de las injurias del poder sobre estos, nuestro bastión de esperanza es la recalcitrante fuerza de la juventud. Que sean estos -aunque no funjan como juzgadores- los que, con la veracidad de sus palabras y la crítica firme pero equilibrada, nos devuelvan la templanza y la esperanza que hemos perdido.
He visto y leído cómo las juventudes utilizan las redes sociales, usando sus tintas digitales como adarga y lanza, para combatir la marejada incesante de la desinformación. Breves, pero concisos, críticos, pero despojados del vendaje ideológico o partidista, han encontrado en el escenario digital, el hábitat de su propio pensamiento y disidencia.
Y algunos han logrado migrar exitosamente del encierro de los caracteres a los que algunas redes sociales los limitan, a la pizarra infinita y pétrea de los libros. Al receptáculo de papel y también digital, que sigue siendo hoy el emblema último de la libertad.
Ejemplo de esto, es el autor autollamado “the secret barrister” o “el abogado secreto”, quien firmando con esa máscara anónima digital, empezó en la red social llamada ahora “X”, para expandirse al mundo de los libros.
Tanto en el escenario virtual, como en el receptáculo de los libros, ha mostrado una claridad, ingenio y sagacidad, para explicar, criticar, e inclusive defender al complejo sistema jurídico inglés.
Para el anónimo escritor, no bastaba desmenuzar las complejidades del sistema penal británico, sino también le pareció fundamental combatir con la verdad las distorsiones mediáticas al derecho inglés -que él ha denominado fake law o falso derecho- (como el equivalente jurídico de las noticias falsas o fake news).
Este “abogado secreto” es un solo ejemplo de los muchos que pululan, que nos enseñan que la verdad no tiene un rostro definido, que los símbolos aún permanecen libres, que la esperanza es posible, y sobre todo, que desde el ímpetu infinito de las juventudes se remodelarán los símbolos derruidos de la justicia.
POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA CARRANCÁ
Ministro en retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación