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Diane Keaton fue una estupenda actriz. (He ahí el menor de sus méritos.)
00:01 lunes 20 octubre, 2025
ColaboradoresCitado de memoria de Instagram: “La reacción a la muerte de Diane Keaton habla de la importancia que el arte y los artistas tienen en el mundo”. Inspirada por el clamor tras su deceso a los 79 años, la idea es linda pero falsa. En sus propias y sensatas palabras, Keaton no fue bien a bien una artista sino alguien “artístico”, que ensayó el documentalismo, la pintura, la fotografía, el collage, la curaduría, el interiorismo, la escritura y la edición de libros, que tuvo éxito en buena parte de esos empeños, pero que no será recordada por ellos. (“Esos proyectos no habrían conocido la luz de no haber sido por mi estatuto de estrella de cine”, reconoce en sus entrañables y lúcidas memorias, Then Again.) Quien dice estrella dice (a veces) actriz –intérprete más que artista–, y Keaton fue una a veces poderosa: así su soltera con baja autoestima en la Looking for Mr. Goodbar de Richard Brooks, su activista enfrentada a un mundo convulso en la Reds de Warren Beatty, su hija parental con leucemia en la Marvin’s Room de Jerry Zaks. Estupenda en todas, no fue por ellas que pasó a la historia sino por una serie de comedias en que encarnara “una versión afable” de sí misma –el fraseo es otra vez suyo–, lista que encuentra su punto de partida y pináculo en la Annie Hall de Woody Allen pero que incluye cintas que van de Manhattan a Baby Boom pasando por El club de las divorciadas. En el cine como en la vida, Diane Keaton fue la mujer que puede o no tener pareja pero que es (o deviene) dueña de su destino: una que viste como quiere, trabaja en lo que quiere, hace lo que quiere, ama cuando quiere y no depende para ello de presencia o voluntad masculina. La que recibiera un Oscar vestida con dos faldas y un pantalón superpuestos y calzada con stilettos y calcetines de lana, para devenir con ello no sólo icono de moda –aún relevante medio siglo después– sino mito erótico (que no objeto sexual). La que sería conocida por sus relaciones con hombres famosos –Woody Allen, Warren Beatty, Al Pacino– pero jamás se casaría; madre soltera y por adopción a los 50 y a los 55, tendría en su autobiografía palabras no sólo gratas sino amorosas para todos (De Beatty: “Hoy es mi amigo”; de Pacino: “Hace poco asistí a una proyección y volví a enamorarme de Al”; de un Allen ya caído en desgracia: “Lo extraño, y le daría pudor lo mucho que lo quiero”; los tres figuran en la dedicatoria del volumen.) Diane Keaton no se construyó mujer a partir de los hombres ni contra ellos; apenas junto a ellos, a veces cerca, a veces lejos. “Constituye un error gramatical decir ‘la más única’”, concede Allen en una necrología conmovedora, “pero todas las reglas de la gramática, y de todo lo demás, quedan suspendidas cuando uno habla de Diane Keaton”. También las de lo que hasta ahora ha sido el feminismo. POR NICOLÁS ALVARADO COLABORADOR IG y Threads: @nicolasalvaradolector