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Cuando plenos de alborozo esperábamos un acuerdo bilateral de seguridad, Donald Trump reventó una falúa en el Caribe y asesinó a 11 narcotraficantes
00:01 domingo 14 septiembre, 2025
ColaboradoresSi el gobierno mexicano —por lo menos— quisiera comprender por qué siempre queda por debajo en las negociaciones con Estados Unidos, bien podría buscarse un tahúr como maestro de póker. Ahí entendería la primera regla: siempre gana quien tiene más dinero para apostar en contra de la debilidad del otro. Después quien domina psicológicamente al adversario con irrealidades, mentiras respaldadas con apuestas duplicadas cuya visibilidad cuesta. El, llamado bluff o petate. El siguiente paso es la paciencia para esperar el momento de plantear una apuesta insuperable con un juego invencible. A partir de todo eso lo mejor es jugar entre iguales, con límite de dinero y revires. Pero en el juego abierto, salvaje, de apuestas ilimitadas, sólo gana el muy rico (y hábil para dominar al otro) y seguir siendo millonario, cada vez más. No es posible ganar si te estás jugando la quincena, la escuela de los niños o la intangible soberanía nacional. Así una y otra vez los estadounidenses abusan del vecino pobre.
Cuando plenos de alborozo esperábamos un acuerdo bilateral en materia de seguridad, Donald Trump reventó una falúa en el Caribe y asesinó gozoso a 11 narcotraficantes. Al menos eso dijo él. Luego Marco Rubio, el secretario de Estado, a quien recibimos como procónsul, sentenció: los perseguiremos estén donde estén. México ni siquiera protestó. Simplemente recitó el catecismo soberano y pacifista. No es hoy con Venezuela como era cuando López Portillo en el extremo del ridículo gritoneaba: “lo que se le haga a Cuba se le hace a México”. Ajá. Ahora Estados Unidos tiene una espada y una pared. Un muro. El Ejército Mexicano contiene migrantes australes y el eufónico recurso de cooperación (flojito y cooperando) funciona a partir de intereses washingtonianos; no los de México. A quienes perjudica el fentanilo es a ellos, por eso nosotros perseguimos a sus fabricantes y distribuidores. Como dijo alguna vez Porfirio Muñoz Ledo: para hacerle un oscuro favor a los Estados Unidos (movimos la Guardia Nacional a la frontera de Chiapas y dejamos a su arbitrio la “soberana” política migratoria). Pero cuando estábamos metidos en el asunto de seguridad, apareció otro peine: el comercio, el TEMEC y su revisión arancelaria y no arancelaria. Y otro paquete de exigencias: desmonten sus barreras no arancelarias, muchas de las cuáles son producto de la ideología populista y no del comercio neoliberal.
Y ahí, los reventarán como chalupa venezolana. No habrá revisión del TEMEC. Habrá un nuevo tratado con casi todo en favor suyo. México no resiste apostar en dos mesas. En ambas pierde. El TLC se firmó con un México muy diferente del actual, pero el Imperio no ha cambiado. POR RAFAEL CARDONA