El 3 junio se marca la tendencia de una elección que elige a un gobierno que habrá de gobernar a un México que ha renovado sus valores cívicos y que ha retomado sus derechos constitucionales para hacerlos valer y defender al país de las tentaciones del autoritarismo; de las expresiones de corrupción que le afectan de muchas maneras; de la violencia generada por un crimen organizado que parece estar protegido por la autoridad. La institucionalización de una nueva realidad en los equilibrios de poder. Esa realidad ya existe desde que la sociedad mexicana decidió ser un actor fundamental en el cambio que ya se ve en las manifestaciones públicas de la oposición, en la capacidad de reacción política de los ciudadanos en las redes sociales, una posibilidad digital que ya superó como recurso de expresión de sus inquietudes sociales a los partidos políticos; en la organización de grupos antes considerados como minorías destinadas al marginalismo social. México se aproxima a tener acuerdos en donde el poder y la sociedad resuelvan la problemática que nos tiene con una frágil economía y con asignaturas pendientes en la salud, la educación, el medio ambiente, la rendición de cuentas y la transparencia entre otras. Una nueva sociedad que ha logrado que se instaure una nueva relación con el poder. LA VISIÓN DEL EXTRANJERO

Nunca un proceso electoral mexicano había despertado tanto interés en el extranjero. Ciertamente el ser frontera, 3 mil kilómetros, con Estados Unidos hace natural que los medios de ese país estén atentos. Pero también hay comentarios del proceso electoral en Europa y en Asia. La expectativa que México despierta en el extranjero es por la manera en que el actual régimen ha tratado de representar un liderazgo latinoamericano. Si eso se llegara a conformar, las repercusiones en lo económico y en lo social serían tan variadas como el número de países que tengan una relación comercial o de coincidencia ideológica con el gobierno nacional en turno. La visión del extranjero, en la época de una globalización creciente, es por ello un factor que influirá en el desempeño de las autoridades gubernamentales y las que de manera específica llevan el control del proceso electoral. Esa visión del exterior, sin duda, obligará a que la limpieza del proceso sea un elemento de certidumbre para la inversión y para la pertenencia de México a diversos bloques regionales construidos por la mencionada globalización. México no será un problema, ni económico y menos político, para las naciones que tienen intereses con nuestra nación. POR JOSÉ LUIS CAMACHO ACEVEDO

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