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Con la llegada de López Obrador a la Presidencia, los integrantes de su gabinete empezaron a escabullirse de la rendición de cuentas
00:10 martes 28 octubre, 2025
Colaboradores
Washington.- El cabildeo y ritmo político en la capital de Estados Unidos tiene una particularidad que hace eco mundial; la presencia y voz de los gobiernos que tienen relaciones, afectaciones, inconformidades y problemas con la Casa Blanca, sea quien sea el presidente en turno.
Las actividades y acciones diplomáticas de las naciones para con Estados Unidos son parte de la dinámica política en Washington, D.C. y esto tiene rebote en el Capitolio, en centros académicos y en la sociedad.
En estos tiempos de manipulación cibernética por la tentación de usar a la Inteligencia Artificial como recurso para facilitar la solución de problemas o para denostar a enemigos y críticos, de las siempre desconfiables redes sociales, de la desfachatez de políticos y gobernantes y la carencia de un auténtico periodismo de investigación, hace necesaria y urgente la rendición de cuentas de nuestros representantes ante para detener el ambiente imperialista que respiramos.
Todo lo anterior tiene relevancia por la desaparición diplomática de México en Washington, la falta de transparencia e irresponsabilidad de los funcionarios de nuestro gobierno cuando de trabajo visitan a la capital más relevante del poder político e información.
En las casi cuatro décadas que tengo como corresponsal en Washington acreditado ante el gobierno de Estados Unidos, nunca como ahora se había destacado la irresponsabilidad diplomática de México.
Debo reconocer que si algo se resaltaba y reconocía, además de su corrupción, era la astucia diplomática que ejercían los funcionarios de gobiernos priistas y panistas cuando viajaban a Washington; aunque fuera para vender oropel a nuestra sociedad y medios de comunicación.
En la Secretaría de Relaciones Exteriores hubo auténticos sabuesos de la política, del ruido y de la manipulación. Sin importar la posición que tuviera el gobierno de Estados Unidos del momento para con nuestro país, los emisarios de nuestra capital, aunque fueran mentiras o intentaran vender una versión con verdades a medias, hacían todo lo posible y hasta lo imposible porque nosotros, los mexicanos, no asumiéramos como la última palabra a la de la Casa Blanca en los entuertos binacionales.
Como informador y tecleador, echo de menos a esos descarados juglares representantes de nuestro gobierno. Daban entrevista a los corresponsales en Washington de las televisoras de nuestro país para difundir su versión y posición plagada de falsedades, sabiendo que quienes les ponían el micrófono y la cámara no los cuestionarían. Visitar Washington y no salir en la tele era para ellos como ir a Acapulco y no bañarse. Con los representantes de la prensa escrita servicial hacían lo mismo, pero con más amplitud. A los pocos representantes de medios de comunicación independiente los ignoraban, pero hasta elegantemente; la agenda tan apretada que cumplían en Washington les imposibilitaba atenderlos, a menos que se llevara a cabo una conferencia de prensa formal en la embajada mexicana.
A lo anterior es a lo que me refiero cuando hablo de la desaparecida actividad diplomática y política de México. Era reto periodístico buscar la versión del gobierno de Estados Unidos ante que pretendían imponer los integrantes del gabinete presidencial de México para cotejarlas e intentar tener un resultado más o menos equilibrado e informarlo al país.
Más allá de su opinión sobre los medios de información, la sociedad mexicana podía con las dos o tres versiones sacar sus conclusiones respecto a la rendición de cuentas maquillada, no muda ni arrogante.
Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia, los integrantes de su gabinete que viajaron a Washington en visita de trabajo, y por no hacer sombra a las mañaneras en Palacio Nacional, empezaron a escabullirse de la rendición de cuentas ante los medios mexicanos acreditados en Estados Unidos, con la excepción del entonces canciller Marcelo Ebrard, quien ahora en la Secretaría de Economía, de vez en cuando aplica la de que quien se queda callado, otorga.
El mutismo del canciller Juan Ramón de la Fuente no tiene precedentes, sus viajes a Washington pasan olímpicamente desapercibidos por su temor o aberración a la prensa. Lo grave de ello es que los mexicanos nos quedamos con la versión de Donald Trump como verdad absoluta.
Para colmo, en la prensa se especula mucho sobre sus actividades porque el canciller no habla y no deja hablar a sus subalternos.
Ejemplo de todo lo que argumento fue la noticia que apareció en un diario de circulación nacional de que en su último viaje a Washington, De la Fuente vino a hablar con el Departamento de Estado sobre las visas revocadas a unos 50 políticos mexicanos del partido Morena. Lamentablemente, el canciller se esconde para verificar la versión y para colmo, en Washington, metafóricamente no hay embajada ni embajador.
POR J. JESÚS ESQUIVEL
COLABORADOR
@JJESUSESQUIVEL