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¿Cuál es el precio? El mismo: permitir negocios extraordinarios a tu alrededor, que para las marcas de lujo, que para el viaje a Japón o España
00:01 sábado 13 diciembre, 2025
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Hay una lista de “Forbes” sobre los líderes políticos más acaudalados que, polémicamente, incluye a Fidel Castro, cuya fortuna, según la revista, era de 900 millones de dólares. Castro lo negó: “mentira repugnante”, dijo. No lo es, aunque, ciertamente, puede haber un error de cálculo. “Forbes” se quedó corta. No es posible calcular la fortuna del tirano, porque el tirano, sencillamente, era dueño del país entero. Desde la última de las (pocas) curitas del hospital, hasta el último gramo de la escasísima comida disponible, hasta la ropa del vecino, hasta la última de las empresas del Estado, hasta los departamentos del Vedado que usaba para sus amoríos o para criar vacas, hasta la enorme extensión de mar que usaba en exclusiva para una de sus varias aficiones: la pesca submarina, no había nada, en Cuba, que no estuviera a su completa disposición. En eso también fue el Comandante un pionero: en demostrar que ser de izquierda, en América Latina, es un negociazo. El mejor.
Pregúntenle sino a Daniel Ortega, o a Evo, que se armaba castillos con dinero público, o a Hugo Chávez, ese expropiador compulsivo que disponía con plena libertad, a lo castrista, de los recursos de la primera potencia petrolera. Todos aprendieron del Supremo que no es necesario pepenarte el dinero público y meterlo vulgarmente a una cuenta cuando eres justamente eso, el Supremo, y no hay nada que se te pueda negar. Aprendieron eso, y que para llegar a ese nirvana es necesario permitir, a tu alrededor, entre cómplices políticos y militares, unos negocios no tan jugosos como el de ser dueño de un país, pero muy jugosos de todas maneras. Negocios, sí, vulgares.
En México no hemos llegado a esos extremos (aunque es cuestión de tiempo), porque hay todavía un grado importante de libertad económica, empresarial, financiera y comercial, pero lo de ser el Gran Tlatoani tiene ventajas enormes, como la de vivir con 200 varos en el bolsillo, durante décadas, a punta de activismos, para luego, ya en el poder, armarte tu casa en un palacio que antes era de todos, y jubilarte en una finca heredada, sí, pero con una tremenda escolta militar a tu disposición, y un hospital público ahí al ladito, que hiciste tú, y, sobre todo, con el privilegio de que no goza ningún otro mexicano, que es el de dedicarte a escribir, porque, al margen de tus lectores reales, que no son pocos, tienes a un bróder en el Senado que te regala 750 mil pesos de regalías en un día, luego de gastarse siete millones y pico en ejemplares de tu reinterpretación de la historia, primera de muchas ventas al sector público.
¿Cuál es el precio? El mismo: permitir negocios extraordinarios a tu alrededor, que para las marcas de lujo, que para el viaje a Japón o España, que para la casa de 12 millones, que…
En fin. No me des: hazme de izquierda.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09