Vínculo copiado
#ESNOTICIA
#ESNOTICIA
Mientras Morena lidia con escándalos y la presidenta busca afirmarse, la oposición sigue sin responder con contundencia
00:10 sábado 4 octubre, 2025
ColaboradoresAl cumplirse el primer año de Claudia Sheinbaum como presidenta, el país parece seguir más atento a las sombras que dejó Andrés Manuel López Obrador que a la luz, si es que la hay, del nuevo liderazgo. Y no es que no haya motivos para el interés, pero los escándalos en Morena, los vínculos criminales, el nepotismo y la faramalla de lujos desentonan con la narrativa de austeridad y transformación. Pero más allá de las noticias del día, la pregunta que flota en el aire es incómoda: ¿y la oposición?
Porque sí, ya ha pasado un año desde que México eligió por primera vez a una mujer como presidenta, un hecho simbólicamente poderoso. Pero en la práctica política, el hito histórico ha sido absorbido por la corriente mayor de una continuidad al proyecto morenista y su creciente tensión interna. Mientras tanto la oposición, ese actor necesario para cualquier democracia funcional, apenas logra articular algo más que esporádicas denuncias, frases de alto impacto en entrevistas extranjeras y disputas internas sobre si ir o no en alianza en 2027.
La primera posibilidad que se dibuja es inquietante, y es que ya no exista una oposición real. No porque no haya partidos que se nombren así, sino porque han sido incapaces de construir una narrativa alternativa, una propuesta articulada o una estrategia sostenida. Ni el PAN, ni el PRI, ni siquiera Movimiento Ciudadano, que parecía querer jugar el rol de disruptor, han logrado convertirse en contrapeso creíble frente al poder consolidado de MORENA. Lo electoral no basta si no se acompaña de visión de país.
La segunda posibilidad es igualmente preocupante, pero distinta, y se refiere a que la oposición sí exista, pero haya decidido esperar. Esperar que MORENA se desgaste por sí solo, que los escándalos sumen tanto peso que el propio proyecto se colapse. Esperar a que la ciudadanía, cansada, busque una alternativa. En otras palabras, una oposición que apuesta al fracaso del país para aspirar al poder. Un cálculo frío, de corto plazo, y profundamente irresponsable.
Y en medio de esta pasividad, la presidenta Sheinbaum navega en un escenario paradójico, pues cuenta con amplio respaldo institucional y alta aprobación popular, pero bajo sospecha constante de ser una figura tutelada, sin plena autonomía frente al expresidente López Obrador. Sus intentos por marcar distancia, como la carta a Morena pidiendo humildad y austeridad, son gestos relevantes, pero aún insuficientes para disipar la duda de fondo: ¿quién gobierna realmente?
Lo que se omite con frecuencia en los discursos es que esta etapa es crítica no solo para Sheinbaum, sino para la democracia mexicana. Una transformación verdadera, sea del color que sea, necesita oposición activa, ciudadanía informada y medios libres. Pero si la política se convierte en un solo monólogo, con interlocutores que solo murmuran o gritan desde los márgenes, confirma que nos encaminamos a un sistema de partido dominante y hegemónico que ya no se esconde, y que se normaliza.
El primer año de Sheinbaum fue también el séptimo de Morena en el poder. Y si algo queda claro es que ya no basta con denunciar la evidente corrupción, excesos, y los vínculos oscuros. La pregunta para la oposición ya no es "¿qué piensa?" sino "¿qué construye?" y sobre todo “¿cómo? Y “¿cuándo?”. Porque por ahora, no parece tener liderazgo, ni proyecto, ni rumbo.
Aún hay tiempo, aunque no demasiado. México necesita una oposición que piense en el país, no en la siguiente elección. Que dialogue, cuestione, proponga y rete. Y, sobre todo, que entienda que su papel no es solo criticar y confrontar al gobierno, sino construir alternativas reales. La democracia, al fin y al cabo, no se defiende con declaraciones grandilocuentes ni con resignación, sino con acción y movimientos revolucionarios y políticos decididos. ¿Dónde está la oposición? Tal vez sea hora de que también ella rinda cuentas.