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La mayoría no votará porque el esfuerzo cognitivo que esta elección le impone al electorado es excesivo
00:02 miércoles 28 mayo, 2025
ColaboradoresEn la elección del próximo domingo hay al menos tres trampas, no por error sino por diseño.
La primera trampa son las candidaturas: la manera de elegir quiénes podían competir por los puestos en disputa fue muy desaseada y, en consecuencia, los perfiles de las personas cuyo nombre aparecerá en la boleta dejan, en demasiados casos, mucho que desear. Ya sea porque no cumplen con los requisitos mínimos que establecía la convocatoria, porque tienen vínculos partidistas, nexos con la delincuencia organizada, cuentas pendientes con la justicia, mala reputación profesional, etcétera. Casi todos los mejores candidatos (al menos en cuanto a preparación y experiencia) son, irónicamente, los que provienen del vilipendiado Poder Judicial.
La segunda trampa es el proceso: al no ser una elección entre partidos, los ciudadanos carecemos de un referente institucional para orientarnos, de coordenadas que nos ahorren –o al menos nos reduzcan– los costos de averiguar quién es quién, cuál es su trayectoria, qué propone, etcétera. Cada candidato ha tenido que hacer su propia campaña por sus propios medios, lo cual fragmenta el esfuerzo en términos de comunicación y conspira contra la posibilidad de despertar el interés de los electores.
La tercera trampa son boletas: gigantescas, abigarradas, laberínticas. El acto de participar no será tan sencillo como tachar un recuadro. Habrá que revisar una lista, identificar el número que corresponde con el nombre de la persona por la que se quiere votar y anotarlo con precisión en la casilla correspondiente al cargo en cuestión. Durante las últimas semanas, la prensa ha reportado que distintas autoridades están distribuyendo acordeones con el fin de “ayudar” al pueblo para que no se equivoque en el esfuerzo de “democratizar” al Poder Judicial.
Esas tres trampas desembocan en un mismo incentivo: desmovilizar. Ir a votar por quién sabe quién, tras un proceso tan confuso y con boletas tan complejas inhibe a cualquiera, por mucho espíritu cívico que tenga. Más allá del debate entre quienes se quedarán en casa con el deliberado afán de no validar el ejercicio y quienes irán a votar para tratar de aprovechar la oportunidad de influir, así sea en una muy modesta medida, lo cierto es que la mayoría de los mexicanos no va a acudir a las urnas. Y el motivo es mucho más simple: el esfuerzo cognitivo que esta elección le impone al electorado es excesivo. La demanda de tiempo, de atención y de esfuerzo es tan exigente que la mayoría, simplemente, se va a desentender.
Y eso favorece, naturalmente, a quienes tienen estructuras y recursos para acarrear votantes. No nos engañemos: quienes vayan a votar terminarán haciéndole el caldo gordo a esas fuerzas, que son las que definirán la elección; y quienes no, de todos modos, les dejarán el campo libre. Es el sello de la casa de la autodenominada 4T: a todos, hasta a sus opositores, los vuelve cómplices.
POR CARLOS BRAVO REGIDOR
COLABORADOR
@carlosbravoreg