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#ESNOTICIA
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El debate no es sobre el sexenio de Zedillo, es sobre la regresión democrática que México vive hoy
00:02 miércoles 7 mayo, 2025
ColaboradoresSospecho que a muchos nos pasa, a veces, encontrarnos con noticias que nos parecen irrelevantes o poco sustantivas, pero que ocupan un lugar predominante en la conversación pública. Hay varias maneras de gestionar esa disonancia: una es concluir que dichas noticias son un “distractor” que busca manipular nuestra atención; otra es preguntarnos en qué se basa, estemos de acuerdo con ella o no, la cobertura de la que son objeto; y otra más es cuestionar nuestras propias razones para juzgarlas, de plano, desmerecedoras del interés que despiertan.
Considerarlas “distractores” es la salida más fácil y menos inteligente. No sólo porque implica que uno puede establecer, desde la soberanía de sus propios sesgos, cuál es el valor objetivo de una noticia sino, además, porque incurre en una cierta lógica conspirativa, asumiendo que se trata de una acción intencionada y que existe un grado superlativo de control sobre la agenda mediática.
En cambio, preguntarnos por qué “vuela” una noticia invita a ponderar el proceso mediante el cual un hecho adquiere notoriedad informativa. Nos obliga, pues, a habérnoslas con los criterios, intereses, poderes y sensibilidades que constituyen el espacio de la opinión pública. Finalmente, poner en duda nuestro propio punto de vista es admitir su relatividad y, sobre todo, abrirnos a la posibilidad de estar equivocados –la forma más productiva, diría Popper, de generar conocimiento–.
Traigo a cuento esta reflexión porque las intervenciones del expresidente Ernesto Zedillo durante las últimas semanas han sido calificadas como un “gran distractor” que nos ha puesto a “debatir sobre el pasado” en lugar de hablar sobre la inseguridad, la impunidad o el estancamiento económico que imperan hoy en día. Disiento radicalmente de esa apreciación.
Primero, porque el tema de las intervenciones de Zedillo no es “el pasado”, es la regresión autoritaria que ha experimentado México durante estos últimos años. Que la presidenta y sus propagandistas hayan querido desviar el debate hacia el sexenio de Zedillo es otra cosa: una muestra –patética, predecible e inequívoca– de su incapacidad para rebatir lo que el exmandatario está señalando sobre el presente.
Segundo, porque la explicación más sencilla sobre el impacto de las afirmaciones de Zedillo está en la veracidad de lo que dice. En el contexto de la próxima elección judicial y del potencial desastre que anticipa, no sólo es de absoluta actualidad sino gravísimo. Lo raro sería, en todo caso, que no fuera noticia. Y tercero, porque sugerir que se trata de un “gran distractor” es, más bien, revelar una gran miopía sobre lo que está pasando con la democracia no sólo en México sino en el mundo, sobre cómo el libreto de López Obrador y Sheinbaum se parece mucho al de otros líderes que, en nombre de un mandato popular, están desmantelando la institucionalidad democrática.
Zedillo no es un mero distractor, al revés: es una alarma muy necesaria que tiene razones de sobra para sonar tan claro y fuerte.
POR CARLOS BRAVO REGIDOR
COLABORADOR
@carlosbravoreg