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En medio de la basura y el desorden, el maestro y el discípulo pasaron la noche. Al día siguiente, muy temprano y sin despertar a nadie, los dos viajeros se dispusieron a continuar su camino.
00:03 lunes 14 enero, 2019
PERFIL EDUCATIVOUn viejo maestro deseaba enseñar a uno de sus discípulos por qué muchas personas viven atadas a una vida de mediocridad y no logran superar los obstáculos que les impiden triunfar. No obstante para el maestro, la lección más importante que el joven discípulo podría aprender era observar qué era lo que sucede finalmente cuando nos liberamos de aquellas ataduras y comenzamos a utilizar nuestro verdadero potencial.
Para impartir su lección al joven aprendiz, aquella tarde el maestro había decidido visitar con él algunos de los lugares más pobres y desolados de aquella provincia, por lo que ambos emprendieron un largo camino. Al final de su trayecto, encontraron una casucha a medio derrumbarse, que se encontraba en la parte más distante y pobre de todas. Sus paredes se sostenían milagrosamente en pie, aunque amenazaban por derribarse en cualquier momento. En esa casucha de 10 metros cuadrados vivían ocho personas. El padre, la madre, cuatro hijos y dos abuelos que se las arreglaban para acomodarse en aquel lugar. Ellos tenían vestiduras viejas y sus cuerpos sucios y malolientes eran prueba del estado de profunda miseria reinante. Esta familia contaba, sin embargo, con una posesión poco común: una vaca flacucha que les proveía del poco alimento con algún valor nutricional. Pero más importante aún: esta vaca era la única posesión material de algún valor con la que contaba aquella familia. Era lo único que los separaba de la miseria total. En medio de la basura y el desorden, el maestro y el discípulo pasaron la noche. Al día siguiente, muy temprano y sin despertar a nadie, los dos viajeros se dispusieron a continuar su camino. Salieron de la morada y antes de emprender la marcha, el anciano maestro le dijo a su discípulo: “Es hora de que aprendas la lección para la que te he traído”. Sin que el joven pudiera hacer nada para evitarlo, el anciano sacó una daga que llevaba en su bolsa y degolló a la pobre vaca que se encontraba atada a la puerta de la vivienda, ante los ojos atónitos del joven. Maestro, dijo el joven: ¿Qué has hecho? ¿Qué lección es esta que amerita dejar a esta familia en la ruina total? ¿Cómo has podido matar a esta pobre vaca que representaba lo único que poseía esta familia? Durante los siguientes días, una y otra vez, el joven se confrontaba con la nefasta idea de que, sin la vaca, aquella familia seguramente moriría de hambre. Un año más tarde, los dos hombres decidieron regresar nuevamente por aquellos senderos a ver qué suerte había corrido aquella familia. Buscaron nuevamente la humilde posada, pero en su lugar encontraron una casa grande. Era obvio que la muerte de la vaca había sido un golpe demasiado fuerte para aquella familia, quienes seguramente habían tenido que abandonar aquel lugar y ahora, una nueva familia, con mayores posesiones, se había adueñado de aquel lugar y construido una mejor vivienda. ¿A dónde habrían ido a parar aquel hombre y su familia? ¿Qué habría sucedido con ellos? Todo esto pasaba por la mente del joven discípulo mientras que, vacilante, se debatía entre tocar a la puerta y averiguar por la suerte de los antiguos moradores o continuar el viaje y evitar confirmar sus peores sospechas. Cuál sería su sorpresa, que cuando del interior de aquella casa salió el hombre que un año atrás les diera morada en su vivienda. ¿Cómo es posible? Preguntó el joven. Hace un año, en nuestro breve paso por aquí, fuimos testigos de la profunda pobreza en la que ustedes se encontraban. ¿Qué ocurrió durante este año para que todo esto cambiara? Ignorando el hecho de que el discípulo y su maestro habían sido los causantes de la muerte de la vaca, el hombre relató, cómo coincidentemente, el mismo día de partida, algún maleante, envidioso de su vaca, había degollado salvajemente al animal. El hombre continúo relatando a los dos viajeros cómo su primera reacción ante la muerte de la vaca había sido de desesperación y angustia. Por mucho tiempo la vaca había sido su única fuente de sustento. El poseer esta vaca, le había ganado el respeto de sus menos afortunados vecinos, quienes envidiaban no contar con tan preciado bien. Así decidimos limpiar algo del terreno de la parte de atrás de la casucha, conseguimos algunas semillas y decidimos sembrar vegetales y legumbres con los que pudiésemos alimentarnos. Después de algún tiempo comenzaron a vender algunos de los vegetales y con este dinero compraron más semillas y comenzaron a vender sus vegetales en el puesto del mercado. Así pudieron tener dinero suficiente para comprar mejores vestimentas y arreglar su casa y así, poco a poco, ese año les había traído una vida nueva. El maestro, quien había permanecido en silencio, prestando atención al fascinante relato del hombre, llamó al joven a un lado y en voz baja le preguntó: ¿Tú crees que, si esta familia aún tuviese la vaca, estaría hoy donde ahora se encuentra? Seguramente no, respondió el joven. Si analizas, la vaca, fuera de ser su única posesión, era también la cadena que los mantenía atados a una vida de mediocridad y conformismo. Al no contar más con la falsa seguridad que les proveía el sentirse poseedores de algo, así no fuese más que una flacuchenta vaca, debieron tomar la decisión de buscar algo más. En otras palabras, la misma vaca que para sus vecinos era una bendición, les había creado la sensación de poseer algo de valor y no estar en la miseria total, cuando en realidad estaban viviendo en medio ella. Así es cuando se tiene poco. Lo poco que tienes se convierte en un castigo, ya que no te permite buscar más. No eres feliz con ello pero no eres totalmente miserable. Estás frustrado con la vida que llevas, más no lo suficiente como para querer cambiarla. ¿Ves lo trágico de esta situación? Cuando tienes un trabajo que odias, que no suple tus necesidades económicas mínimas y no te trae ninguna satisfacción, es fácil tomar la decisión de dejarlo y buscar uno mejor. No obstante, cuando tienes un trabajo que no te gusta, pero que suple tus necesidades básicas aunque no te ofrezca la oportunidad de progresar; que te ofrece cierta comodidad pero no la calidad de vida que verdaderamente deseas para ti y tu familia, es fácil conformarte con lo poco que tienes. Muchos de nosotros también tenemos vacas en nuestras vidas. Ideas, excusas y justificaciones que nos mantienen unidos a la mediocridad, dándonos un falso sentido de bienestar cuando frente a nosotros se encuentra un mundo de oportunidades. Oportunidades que solamente podremos apreciar una vez que hayamos matado a nuestras vacas.