Demasiados frentes abiertos. Desgaste acelerado. Conflictos internos y externos. Caída en la aprobación. Malos números en los distintos indicadores. Apariciones que ensombrecen y tensan el clima político. Regresos que enrarecen el ambiente. Sectores enojados. Violencia imparable. El vecino, siempre amenazante. Choques entre militantes encumbrados. Diferencias expuestas. Fracturas cada vez más visibles. Presiones que estrechan el margen de maniobra. Apenas han transcurrido 14 meses del sexenio, y el gobierno está lejos de su mejor momento. La demostración de “fuerza” del sábado pasado, terminó exhibiendo otras cosas. La unidad presumida solo está en el discurso, igual que la austeridad. Las contradicciones pasan factura a un movimiento cuyo estandarte, el combate a la corrupción, se desmorona. La presidenta luce atrapada. La rodean los suyos, marcadamente el ala que se asume heredera del lopezobradorismo -que se ve a sí misma como brújula moral-. Y la intranquilizan las presiones externas. Se mueve en una delgada cuerda floja, sometida a embates de propios y extraños. El partido, no existe. Los liderazgos (es un decir) que lo encabezan, no destacan. No figuran, ni marcan agenda. Ni siquiera acompañan, ya no digamos arropan. Morena crece en número de militantes, pero se reduce en influencia. ¿Quién manda? Cada quién va por su lado. Los cuadros más visibles traen juego propio. Y el líder plenipotenciario, se da el lujo de hacerse sentir necesario. Va y viene. Apapacha y golpea. Concede y amenaza. “Aquí mando yo”, les manda decir. Por si alguien lo dudaba. “El movimiento soy yo”, les recuerda. “Yo los hice”, parece espetarles. El año no cierra bien. La luna de miel del arranque, se ha ido. Los excesos y lujos de la cúpula de la 4T, pasaron factura. Los escándalos de corrupción de sus encumbrados líderes, alimentan el desprestigio. El asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, indigna. Los insultos a quienes piensan distinto y alzan la voz, lo mismo en redes que en medios o en protestas, describen. El maltrato a los productores agrícolas y transportistas, inquieta. Las quejas de empresas desde EU por abusos del SAT y el desmantelamiento de la división de poderes, que incluye la toma del Poder Judicial, intranquiliza. El T-MEC, se tambalea. La democracia, hace agua. Es tal el descontrol, que la revocación de mandato aparece y desaparece de la agenda pública, según convenga a quien agita el pandero. Se construyen adversarios, donde tendría que haber aliados. Empresarios, periodistas y grupos sociales son vistos como enemigos a destruir. Se alimentan esos pleitos, porque al parecer son los que mantienen la cohesión dentro de un movimiento que comienza a presentar filtraciones.  El barco que navegaba por aguas tranquilas, ahora avanza por una marea agitada. POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN COLABORADOR [email protected] @MLOPEZSANMARTIN