Dos días de “asueto disfrazado” fueron suficientes para dejar claro el nuevo estilo de gobierno en Villa de Pozos: mucho acomodo para la foto y poco para el servicio público. Las oficinas cerraron, los trámites quedaron congelados y cientos de ciudadanos se toparon con ventanillas apagadas porque el personal fue convocado a participar en un pase de revista que, según la narrativa oficial, marcaría el inicio de una etapa de “orden”. Si ese es el orden, habría que ver cómo luce el caos. Mientras los vehículos se alineaban como si compitieran por el premio a la mejor pose institucional, el municipio prácticamente se quedó sin patrullaje. Los elementos de seguridad estaban ocupados en la ceremonia, no en la vigilancia. Y en un municipio donde la delincuencia no necesita invitación para hacer de las suyas, ese vacío fue un regalo accidental. Nadie lo dirá en los comunicados, pero la decisión de suspender operatividad en nombre de la imagen pública fue, cuando menos, irresponsable. Lo revelado en la revisión tampoco ayuda a construir confianza. Del parque vehicular general se contabilizaron 31 unidades: algunas con colores que nada tienen que ver con los institucionales, otras con diseños semideportivos más propios de exhibición que de servicio, varias sin rotulación obligatoria y otras visiblemente dañadas, con pintura desgastada o golpes evidentes. En el caso de las unidades de emergencia se revisaron 26: nueve motocicletas, una ambulancia y 16 patrullas. La cifra en papel luce respetable; el problema es que, mientras se revisaban, la ciudad estaba desprotegida. Y entre tanto acomodo, no pasó desapercibido el afán de posicionar el nombre de la presidenta concejal por encima del propio cargo. Cada comunicado la menciona hasta el cansancio, como si la repetición mediática pudiera suplir el arraigo que no tiene. La ciudadanía insiste en que llegó por decisión de otros y no por la suya. Y cuando la legitimidad no se construye en territorio, se intenta fabricar en redes, boletines y fotografías con vehículos en fila. Lo inquietante es que este modelo de “gobierno para la foto” empieza a replicarse en varios municipios potosinos: primero la escenografía, luego el discurso; y si sobra tiempo, los servicios públicos. Villa de Pozos no necesita más ceremonias ni más camionetas acomodadas al sol; necesita un gobierno que funcione mientras la gente trabaja, no mientras posa. Porque si dos días sin administración bastaron para evidenciar graves fallas, tal vez el problema no es el parque vehicular, sino quién quiere conducirlo.