Hoy me sigo con “los regalitos” que nos dejaron los expresidentes. En la entrega pasada nos habíamos quedado con Díaz Ordaz y Luis Echeverría. Este par, ahora se sabe que estaban en la nómina de la CIA, desde que ambos eran secretario y subsecretario de Gobernación, respectivamente, durante el periodo de Adolfo López Mateos. El sueldo de 400 miserables dólares no era nada para estos personajes. El poder lo era todo.

Por eso se dice que, en la matanza de Tlatelolco, la CIA jugó un papel importante. Pero ahora brinquemos al sexenio de José López Portillo, a quien dieron por llamarle Jolopo, quien comenzó a descarrilar este país el 1 de diciembre de 1976. A su llegada se encontró una gran reserva petrolera, por lo que declaró que estaríamos “administrando la abundancia”.

La verdad es que pocas veces se ha visto un dispendio de los recursos del Estado como en ese sexenio. Así, el verano del 81, se cayeron los precios del petróleo y a nosotros se nos cayeron los chones. Habíamos pedido préstamos para poder desarrollar las tecnologías petroleras y cuando Estados Unidos subió sus intereses bancarios, el peso se fue a la lona.

Los cercanos a Jolopo se enteraron días antes de la devaluación que se venía y hubo una fuga masiva de capitales. Entonces JLP tuvo la peregrina idea de nacionalizar la banca e implementar el control de cambios, pero el mal ya estaba hecho. Empezó una crisis financiera que tocó fondo hacia el final del sexenio de este tipejo, momento en el que conocimos sus dotes histriónicas unos tres meses antes de su último informe de gobierno donde, llorando, expresó que “defendería el peso como perro”.

Como a la mera hora, el peso seguía en caída libre, en las calles y años después de su salida de Los Pinos, el pueblo solía ladrar a su paso. Sin embargo, de los asuntos más oscuros en su gobierno, más allá del nepotismo (porque metió a toda su familia en puestos importantes), fue haber colocado a su cuatacho de juventud, El Negro Durazo, al mando de la policía capitalina.

Si les da hueva leer Lo Negro del Negro, por lo menos vean la gran película, La 4a Compañía. Fue verdad que descubrió y atrapó al Junior Gilberto Flores Alavez, quien había asesinado a machetazos a sus abuelos famosos para adelantarse la herencia; pero también se le señala como el autor intelectual de la masacre del río Tula, en donde se encontraron 12 cadáveres torturados y mutilados.

Se construyó un partenón en 20,000 m² en Ixtapa Zihuatanejo, con el dinero de sus corruptelas. Utilizó a sus policías como mano de obra y subían la montaña a pie, cargando sendos piedrones. Se le atribuyen amoríos con las vedettes de moda. Y José González González asegura en su libro que siempre tenía un costal lleno de billetes en su oficina.

A quien tenía la gracia de ser recibido en ella, al final tenía la oportunidad de meter la mano y sacar un puñado de dinero, tras la invitación de Durazo, que decía: ”Ándele, lo que agarre la manita”.

POR FERNANDA TAPIA

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