Vínculo copiado
Al margen de lo que suceda con la marcha, es decir, de que sea, o no, un éxito, queda esperar que el oficialismo no incurra en otro vicio
00:10 sábado 15 noviembre, 2025
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Tiene gracia, pero sobre todo tiene sentido, todo el del mundo, que al oficialismo le moleste tanto la protesta de la Generación Z, protesta que tendrá lugar el sábado y que explica en parte la enésima imagen del Zócalo convertido en una especie de fortaleza de orcos, por las tremendas medidas de seguridad que ha dispuesto el gobierno chairo (la otra parte de la explicación es la CNTE, que viene a su ejercicio periódico de extorsión). Tiene sentido porque, al margen de que la convocatoria sea o no auténtica, “orgánica”, a priori, el oficialismo y los zoomers, como también se les llama, son diferentes como el blanco y el negro.
La Generación Z es muy joven, al menos desde la perspectiva de un cincuentón avanzado. Son escuincles de 15 a 28 años, es decir, nacidos entre finales de los 90 y 2010. En otras palabras, son escuincles que nacieron con lo último de la tecnología en las manos: criaturas de redes sociales, de tabletas, de teléfonos tremendamente sofisticados, etc. O sea, criaturas 100% digitales que, de entrada, no son vulnerables a los cuentos de la propaganda televisiva del aparato oficial.
Del otro lado, está una gerontocracia rabiosamente analógica fundada por un setentón proveniente del priismo ultramontano; que puso en manos de otro priista, pero octogenario, la tarea de llevar luz al país; que es amante de las paraestatales; que está convencido de que Pemex es una fuente de la abundancia que nomás necesita otro dinerito; que es capaz de revivir una antigualla como Mexicana, y que llegó decidido a militarizar al país, como en efecto hizo.
A su alrededor están esos otros viejos eternos que son los exponentes de la izquierda mexa. No importa su edad: los hay todavía cuarentones o cincuentones incipientes. Importa que creen en supersticiones malignas y arcaicas como la revolución cubana y el guevarismo, que están dispuestos a matarnos de aburrimiento con sandeces prehispanísticas –pirámides y caracolas hasta en la sopa–, y que son culpables históricos de revivir esa cosa horrenda que es el canto nuevo latinoamericano, con la trova cubana a la cabeza.
¿Cómo sorprenderse entonces de esa incomprensión oficialista, de ese rechazo a lo que no entienden, e incluso de sus explicaciones complotistas –la idea de que hay agencias de rucos todopoderosos organizando la protesta desde las sombras–, tan de aquellas generaciones?
Al margen de lo que suceda con la marcha, es decir, de que sea, o no, un éxito, queda esperar que el oficialismo no incurra en otro vicio de las gerontocracias, que es la represión abierta o disimulada, con la que, siempre que los manifestantes no sean aceptables ideológicamente, como la propia CNTE, han dado muestras de empezar a tener coqueteos. Pregúntenle a los jueces despedidos que protestan porque siguen esperando su dinero.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09