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La sombría, pero imponente cámara judicial recibe a sus visitantes con una plétora de símbolos que solo la historia devela su sentido
00:10 miércoles 1 octubre, 2025
ColaboradoresLa ciudad de Nuremberg en Alemania -famosa por muchas razones y circunstancias-, también lo es porque fue la sede de los procesos contra los criminales de la Segunda Guerra Mundial.
En la misma ciudad en que germinaron las legislaciones más antisemitas y crueles de la humanidad, también fue donde florecieron los primeros procesos judiciales confeccionados con base a principios jurídicos internacionales. Ahí donde falleció el derecho fue también donde renació como antídoto para su propia mortandad.
Como símbolo inerte de la historia se encuentra la Sala 600 del Palacio de Justicia. La sombría, pero imponente cámara judicial recibe a sus visitantes con una plétora de símbolos que solo la historia devela su sentido. El estilo artístico de sus sillones y la tribuna, la imponente entrada con las representaciones del derecho germánico y romano son motivo de explicaciones detalladas en el recorrido de este cuarto judicial.
Y ahí mismo, olvidadas de la explicación para los visitantes, pero justo al frente, dos símbolos: a la izquierda el del derecho y la justicia -una balanza sobre una tabla con números romanos- y a la derecha un reloj de arena con alas -representación del aforismo en latín “tempus fugit”-.
Estos símbolos se asumen conocidos por todos los asistentes. El derecho y lo etéreo del tiempo. Ambos presentes, silentes, austeros, pero simbólicamente impactantes, pero recurrentes en las edificaciones judiciales germanas, y quizás eso influyó a los Arquitectos Pfann y Hoefl en su incorporación.
Pero si pensamos que esos símbolos fueron testigos de una multitud de procesos ordinarios y del histórico de Nuremberg, quizás podamos destilar otro significado. Otra lección desmenuzada en un atrevimiento literario.
Si recordamos que, en esa ciudad entregados al fanatismo o sumidos en el pragmatismo se forjaron las leyes de odio que marcaron el destino de una nación y de la humanidad, también ahí -atemperadamente- el tiempo dio las bases y asentó la razón por encima del oportunismo y las ansias de poder.
El tiempo es fugaz, pero certero; el tiempo es fugaz, pero no intrascendente; el tiempo se escapa del fulgor de los momentos y coloca todo en su exacta precisión. El tiempo vuela, pero no se pierde. El tiempo es el tribunal más silencioso, más presente, más sereno. El tiempo da alas a la libertad humana.
Leyes, instituciones, personas, serán juzgadas por el tribunal del tiempo, vetustos serán los recuerdos de este presente, cuando quizás podamos equilibrar -como la balanza- qué razones sobrevivieron las arenas del tiempo.
Solamente el tribunal del tiempo es quien dirá si las decisiones jurídicas y políticas que se toman fueron correctas y sirvieron. Asentados los clamores, perdidas las pasiones y oportunismos, en nuestro foro personal o en el impacto general, el tiempo clarificará lo que hoy no alcanzamos a vislumbrar. Mientras tanto sólo nos queda esperar.
POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA CARRANCÁ
Ex Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación