Vínculo copiado
Ninguno de sus adoradores en México ha dicho “está boca es mía” para defenderlo
00:11 domingo 10 agosto, 2025
ColaboradoresA las primeras de cambio se esfumaron los groupies morenistas del dictador de Venezuela, Nicolás Maduro. Bastó con que el gobierno de Donald Trump, vía el Departamento del Tesoro, a cargo de Scott Bessent, lo señalara como líder del Cártel de los Soles, organización “terrorista” coludida con el Tren de Aragua y el mexicano Cártel de Sinaloa. Ninguno de sus adoradores en México ha dicho “está boca es mía” para defenderlo y, como acostumbraban, despotricar contra el imperialismo yankee que, además, aumentó a 25 millones de dólares la recompensa por datos que lleven a la captura del personaje a quien el finado Hugo Chávez se le apareció en forma de “pajarito” para elegirlo como su sucesor y comandante supremo de la revolución bolivariana. Por ejemplo, está muy raro que la combativa vicepresidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Dolores Padierna, no haya presentado siquiera un punto de acuerdo para cerrar filas con Maduro, a quien ha ido a visitar y le ha expresado que el régimen político que aplica en Venezuela “lo queremos también para México”. Tampoco ha salido a defenderlo, René Bejarano, marido de Padierna y Rey de las Ligas, que en 2017 asistió a la internacional bolivariana de Managua, Nicaragua, desde donde respaldó la disolución del Congreso venezolano, en ese entonces de mayoría opositora. Ni la senadora de Morena Citlalli Ibáñez Camacho, de nombre artístico Yeidckol Polevnsky, quien acompañó a Bejarano a esa cumbre bolivariana y que todavía en 2024, tras el fraude electoral del dictador, fue de las abajo firmantes de un desplegado para condenar la supuesta “intentona golpista” en Venezuela. Extrañísimo no escuchar esa voz beligerante, siempre acompañada de ese rabioso puño meneado de arriba a abajo, del presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, de quien aparecen más fotos en internet abrazado al líder del Cártel de los Soles, que a su camarada el ex presidente Andrés López que, nos enteramos hace unos días, no es su amigo: “Nunca presumí tener una amistad con él”. Mucho menos al dirigente propietario del Partido del Trabajo, Alberto Anaya, quien hace poco menos de un año, el 27 de septiembre de 2024, recibió una llamada telefónica de Maduro, en la inauguración del XXVIII Seminario Internacional “Los Partidos y una Nueva Sociedad”. Ni su pupila, la alcaldesa en Xochimilco, Circe Camacho, quien no perdía oportunidad de expresar su solidaridad al narcopresidente, vía el neoliberal Twitter (hoy X), a la menor provocación. Pero quizá el silencio bolivariano más escandaloso es el del dirigente de Morena en la Ciudad de México, Héctor Díaz-Polanco, ubicado por varias agencias de inteligencia como uno de los más importantes enlaces de Maduro en México. Díaz-Polanco es (¿o era?) un convencido de que México debe integrarse a la revolución bolivariana y de que Morena como gobierno debe impulsar esa adhesión “a fin de consolidar los cambios y profundizarlos”. Incluso fue a Venezuela durante la elección de 2024, y celebró que Maduro “resultó el ganador” de los comicios a todas luces fraudulentos: “Esta victoria del chavismo abre grandes y valiosas perspectivas para Latinoamérica. Concluyó nuestra labor como acompañante y veedor de la elección. Felicitaciones al pueblo venezolano por este triunfo”. En otras circunstancias, estos personajes estarían sacando el pecho y lanzando misiles de verborrea radioactiva contra la embestida estadounidense a su comandante. Pero, ahora, con Trump y su combate directo al narcoterrorismo, parece que les cortaron la lengua y hasta el Internet. POR RAYMUNDO SÁNCHEZ PATLÁN [email protected] @R_SANCHEZP