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Evasión y silencio como estrategia
00:10 miércoles 3 diciembre, 2025
Colaboradores
La comparecencia de la fiscal potosina fue tan suave que por momentos parecía más una ceremonia protocolaria que un ejercicio de rendición de cuentas. Lo curioso es que, entre cifras acomodadas y respuestas previsibles, una de las pocas preguntas realmente incómodas, la de su estrategia de comunicación, terminó recibiendo la respuesta más cómoda de todas: “Es información sensible”. Ese argumento, repetido hasta el cansancio, se ha convertido en el salvavidas discursivo de una Fiscalía que presume más de mil boletines, como si la cantidad pudiera disfrazar la falta de información útil. Una comunicación que intenta hablar mucho, pero dice muy poco o prácticamente nada.
El problema es que ese “decir poco” ya no es una sensación, es un patrón. Ahí está la reciente filtración del video del interrogatorio de un supuesto responsable del asesinato de un joven estudiante, un episodio en el que la fiscal primero se deslindó, luego dudó de la autenticidad y finalmente prometió una investigación interna que nadie sabe en qué va. ¿Cómo confiar en una institución que ni siquiera puede explicar cómo se escapa información tan delicada? Cuando guardar silencio se vuelve la estrategia, el vacío lo llenan otros con rumores, molestia social, versiones encontradas. Y, al final, la autoridad queda reducida a espectadora de su propio desorden.
Otro ejemplo es lo ocurrido con la denuncia por agresión sexual en la UASLP, un caso que paralizó facultades completas y movilizó a miles de estudiantes. Mientras la comunidad estudiantil exigía respuestas, la Fiscalía optó por la quietud y evasión absoluta, como si la indignación fuera a apagarse sola ¿En qué momento se decidió que no hablar es mejor que informar? ¿A quién beneficia que la institución encargada de procurar justicia viva atrapada en su propia opacidad? El silencio, en estos casos, no protege investigaciones sensibles, más bien protege la comodidad de no asumir costos.
Y al final, eso es lo que más preocupa: una Fiscalía que confunde prudencia con omisión, estrategia con mutismo y comunicación con relleno. La defensa a ultranza de su propio hermetismo ya ni siquiera intenta ser convincente; sólo apuesta a que el tiempo borre todo de la agenda pública. Pero las crisis de comunicación no se desvanecen: se acumulan. Y hay un punto en el que dejar de informar deja de ser una omisión, y se convierte en una forma más de fallarle a la ciudadanía que, con toda razón, espera claridad donde hoy sólo encuentra puertas cerradas.
Lo preocupante es que, detrás de esta pasividad disfrazada de prudencia, hay víctimas esperando justicia, estudiantes exigiendo respuestas y una ciudadanía que no encuentra eco en su propia autoridad. El silencio puede ser cómodo, incluso políticamente rentable, porque deja que los temas se enfríen solos. Pero en materia de justicia, callar no es neutral: es decidir. Y hoy, la estrategia de comunicación de la Fiscalía parece decidida a dejar todo en manos del tiempo, como si la falta de información no fuera también una forma de impunidad. La pregunta es cuánto más podrá sostenerse esta simulación antes de que termine con la paciencia de la ciudadanía.
¡Hasta mañana!