REALMENTE QUIÉN PAGARÁ EL AUMENTO AL SALARIO. Ayer vimos cómo se anunció un aumento del 13% al salario mínimo para 2026, una cifra que, en papel, parece histórica. Se habla de 315 pesos diarios, de 9,582 pesos al mes, y de cubrir casi dos canastas básicas. Suena bien. Pero como en todo anuncio brillante, lo que no se dice es lo que realmente pesa en el bolsillo y en la vida diaria de millones de trabajadores.

Mientras el gobierno asegura que esto no impactará la inflación, hay empresas que ya están ajustando presupuestos, reduciendo personal o trasladando costos al consumidor. Nadie nos cuenta si los precios de la canasta básica, los servicios o la renta de vivienda se mantendrán en línea con este aumento. Lo que se gana por un lado puede perderse por el otro, y el efecto neto no siempre es positivo.

También está el debate silencioso que pocas veces llega a los espacios de discusión, análisis, y toma de decisiones: la brecha regional. En la frontera norte los aumentos son menores, porque allá alcanzará para 2.8 canastas básicas. Pero en el resto del país, quienes más necesitan este incremento son justamente los que menos lo sentirán, atrapados entre inflación encubierta y un poder adquisitivo que sigue rezagado frente al costo real de vivir en determinadas zonas y ciudades de México.

INFLACIÓN A LA VISTA. Al final, gran parte del sector empresarial y económico del país percibe que el aumento es un logro político y una promesa cumplida con cifras. Pero detrás del 13% hay preguntas que técnicamente aún no están resueltas del todo y sin datos duros: ¿Quién realmente ganó y se beneficia? ¿Quién ajusta y quién carga con el costo? Al final, el aumento es un número y cifra bonita, pero mientras los precios suban y los sueldos reales sigan estancados, millones de personas y familias seguirán viviendo al límite. Subir el salario no debería ser solo celebrar cifras; significa transformar vidas, y eso aún queda pendiente.

¡Hasta mañana!