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Cuando supe del título del libro, pensé que se trataba de una autobiografía. Vaya error. El EQPMPDM es conocido por su humildad
00:01 lunes 8 diciembre, 2025
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El Doctor está que no se aguanta las ganas de empezar a leer “Grandeza”, el nuevo libro del Ex Quinto Presidente Más Popular del Mundo (EQPMPDM). Mientras, me eché, con un deleite largamente pospuesto, su regreso en video a la vida pública. Esos 50 minutos que se van como un suspiro. Cuando supe del título del libro, pensé que se trataba de una autobiografía. Vaya error. El EQPMPDM es conocido por su humildad. Jamás escribiría una obra autorreferencial, por eso que siempre nos recuerda: lo más bonito del mundo, lo que más felicidad puede producirle a un ser humano, es vivir al servicio de los demás. Así que, modestísimo, mejor decidió reescribir, completa, la historia de México. Releer íntegramente nuestro pasado prehispánico. Y, como el atleta keniano de la escritura y de la lectura que también es, lo consiguió en apenas un año. ¿Pensaban ustedes que los mexicas eran un imperio cruento, pretotalitario, dado al canibalismo y las guerras floridas para luego darse vuelo con los sacrificios humanos? ¿Les horrorizaba imaginar las decapitaciones y sacrificios de niños por los olmecas? ¿Se creyeron eso de que los mayas eran una civilización violenta y autoritaria? Na. En realidad, las civilizaciones anteriores a la llegada de los españoles eran alivianadísimas. Vaya revelaciones las de nuestro Tlatoani. Deben estar temblando León Portilla, Matos Moctezuma y compañía. El pueblo bueno originario no era bueno: era buenísimo.
Mientras los gringos cazaban búfalos y los españoles estaban en la onda de la Inquisición, aquí practicábamos la fraternidad universal; no conocíamos la codicia; nos valía madres el oro; comerciábamos sonrientemente con cacao, y —esto es una hipótesis del Doctor Patán— vivíamos sin inflación porque a nadie le interesaba subir los precios. También inventábamos el cero, y poseíamos todo en plan comunitario. No había oligarquías. No había caudillos. No había corrupción. Éramos, vaya, una mezcla de jemeres rojos, con jipis de Tepoztlán y con los pitufos, nada más que no azules, sino con el bellísimo color del bronce. Éramos el humanismo mexicano primigenio. Una anticipación de la máxima grandeza de México, que llegó con el EQPMPDM, encarnación del pueblo. ¿Por qué la fama de —cito un clásico del Canto Nuevo Latinoamericano— “nuestros hermanos emplumados”? Por los españoles. Su Doctor, debo confesarlo, tenía una idea rotundamente equivocada de lo que pasaba en estas tierras antes de la llegada de Cortés. Pensaba que el propio Cortés, y los frailes, y Bernal, eran personajes sofisticados, complejos, en tonos de gris. Y no. Eran malos y propagandistas. Nos engañaron. Menos mal que, luego de cambiar la realidad patria, llegó el Heródoto de Tepetitán a reescribir la historia. Nuestro cabecita de algodón. Nuestro mesías tropical. Cómo se le extrañó.
POR JULIO PATÁN