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En el contexto actual, creer que la concentración de poder producirá eficacia no es realismo, es… otra cosa
00:10 miércoles 17 diciembre, 2025
Colaboradores
En solidaridad con María Amparo Casar
Recientemente, algunos analistas han querido conceptualizar el cambio que observan tras un año del gobierno de Sheinbaum. A pesar de sus diferencias, coinciden en constatar que el poder se está concentrando y en su ímpetu por normalizar ese fenómeno.
Para Viri Ríos, el “quinazo” del sexenio no fue la elección judicial (a la que llama un “fiasco” por no haber sido suficientemente “vertical” y por mantener una SCJN demasiado “liberal”), fue la captura de la FGR: una institución opaca que “puede ser operada con mucha mayor discrecionalidad”. Así, en “dupla infalible” con la prisión preventiva oficiosa, la fiscalía dejará de ser “asidero de la oposición” para convertirse en un arma política de la presidenta.
Carlos Pérez Ricart sugiere que la “reconcentración” no debe leerse a la sombra del “fantasma autoritario”, sino como remedio a un “pluralismo” que debilitó al Estado mexicano hasta dejarlo a merced de caciques, corruptos y criminales. De ahí su llamado a abandonar “la nostalgia de los equilibrios imposibles” y restituir “la capacidad de mandar”.
Ana Laura Magaloni advierte que se está gestando una “hegemonía sin orden”. A diferencia del viejo PRI, sostiene, Morena no ha logrado establecer mecanismos eficaces para procesar conflictos y sancionar excesos. El resultado es un poder carente de “reglas claras” que se despliega “sin contrapesos externos” y con “límites internos imprecisos”.
Los tres juzgan la concentración de poder básicamente en clave de fuerza: coerción, centralización, dominio. Su horizonte normativo privilegia la obediencia en detrimento de la legalidad y las libertades. En su visión no computa la ciudadanía: el ejercicio de derechos, la protección de minorías o la defensa contra atropellos. Dicen que les preocupa el pueblo, pero piensan el poder –como decía Bobbio– sólo ex parte principi, no ex parte populi.
A ello se suma lo escasamente histórico de su “realismo”. Descartan la noción de una fiscalía autónoma por impráctica, sin reparar en que se trataba de una aspiración crucial contra el uso político de la justicia. O pretenden que el pluralismo no implicó representación y diversidad, sino apenas corrupción y criminalidad. Más que examinar con rigor la complejidad del pasado, lo invalidan en bloque para legitimar al presente.
Su análisis ignora, además, al Estado realmente existente: un aparato desvencijado por la austeridad, incapaz de ofrecer servicios públicos básicos, atravesado por la corrupción y el contubernio con el crimen (para muestra, ahí está el caso del huachicol). En el contexto actual, creer que la concentración producirá más eficacia no es realpolitik, es… otra cosa.
Al final, si el peligro no es la hegemonía, sino sólo su desorden, ya cruzamos el umbral. Cuando la respuesta frente a tantos abusos de poder es darle todavía más poder a quienes ya lo concentran –y no someterlos a mayores controles y rendición de cuentas–, lo que se busca no es reformar la democracia: es normalizar la autocratización.
POR CARLOS BRAVO REGIDOR
COLABORADOR
@CARLOSBRAVOREG