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Segunda entrega: Y del fervor religioso y lo pagano novohispano pasamos a 1942 y “El Universal”… ¡cállate la boca!
00:33 jueves 8 agosto, 2019
Colaboradores
Cartas desde mi burladero…
San Luis Potosí, S. L. P., a los 08 días del mes de agosto del año de Gracia del tercer milenio y de la era cristiana de 2019
DR. JUAN MANUEL CARRERAS LÓPEZ
GOBERNADOR CONSTITUCIONAL DEL ESTADO DE SAN LUIS POTOSÍ
PRESENTE.-
Señor Gobernador:
Sigo con mi breviario histórico-cultural, atendiendo a las fechas y fiestas en San Luis. Espero haya leído Usted mi bonita carta de la semana pasada, donde relaté -brevemente- la fundación de nuestra ciudad de San Luis Potosí, y explique porque celebramos en agosto nuestra feria, sabiendo que esta villa se fundó en noviembre. ¿Si la leyó verdad?.
Sigo mi bonito relato. Una vez trazada la ciudad de San Luis por don Juan de Oñate, calles y manzanas que comprenden nuestro primer cuadro; una vez que los tlaxcaltecas fueron asentados al norte -actual barrio- y comenzó la actividad social, económica, política, cultural y folclórica de nuestra ciudad y sus alrededores, se comprendió que la nueva villa, al pie de la riqueza minera y el lugar donde quedo enclavada, podía ser un buen epicentro de la comarca. Los caminos que trazaban nuestro actual estado, pasaban al este por la Villa del Dulce Nombre de Jesús (hoy Ciudad Fernández, S. L. P.) y los sitios de “Santa Elena” o “El Palmar” (actual Rioverde, S. L. P.), hasta la huasteca y entraba a Santiago de los Valles de Oxitipa -fundada en 1533- pasaban por el Panuco que Cortes había cabalgado y llegaban hasta las playas del “Lugar de perros” (según el huasteco= Tampico, Tam: lugar, pico: perros). Para la ruta norteña, Ortiz de Fuenmanyor -¿si se acuerda quien fue verdad?, no haga que me regrese- ya había hecho su hidalgo trabajo y San Francisco de Matehuala se erigía desde 1550 como importante paso al Nuevo Reyno de León. Al sur había que ir haciendo camino para la capital de la Nueva España, por lo que muchas fueron también las haciendas de paso y descanso que iban trazando el camino al poblado que el mismo Virrey, don Luis de Velasco, bautizara como Santa María del Rio -según Feliciano Velázquez en su monumental obra de historia tunera- también años antes que la ciudad de San Luis Potosí.
Lo que nos lleva a entender que por tanto las hoy ciudades vitales de nuestro San Luis: Matehuala, Ciudad Valles y Santa María del Rio, al ser fundadas antes que la del Valle del Tangamanga, fueron el obligado trabajo aventurero de tantos y tantos emprendedores que, desde la nueva ciudad, buscaron -y lograron- dar vida y forma a la actual geografía potosina y toda su gran riqueza y potencial… ¡maravilloso!.
Y ya fundadas las bonitas villas, no solamente se les daba atención a las actividades mundanas, también a las “mochas” -palabra tan potosina que se traduce en la bonita devoción a la religión católica “por los siglos de los siglos en San Luis amen”- cuyos actos religiosos iban primero “para agradecer al todo poderoso las bondades de habernos permitido fundar esta villa, bajo su santo nombre” y después “vengan polkas, vengan valses, vengan sin cesar”.
Y los festejos y misas empezaron: en enero en Matehuala al Cristo matehualense; en Valles a Santiago Apóstol a fines de julio, aunque su feria sea en abril; Santa María del Rio, la asunción de la Virgen María en agosto y así podríamos recorrer las etiquetas festivas de nuestros 58 municipios en la actualidad, pero todos tienen un origen religioso y pagano a la vez. Había que suplir las tradiciones indígenas por la cruz y el incienso; había que suplir la importancia a la danza para que lloviera por la danza y la música para que aplaudieran, había que suplir el juego de pelota por el juego de correr reses bravas (sin mencionarle que en la capital los 7 barrios, todos tuvieron su propia plaza de toros). Las festividades en las villas y pueblos tenían un cariz religioso, benéfico o festivo, lo mismo había corridas de toros y misas para celebrar al santo patrono, como para exaltar la coronación de Felipe IV en 1604 como Rey de España, o para obtener fondos y construir las torres del Santuario de Guadalupe en los albores del siglo XIX.
Durante más de 300 años la Nueva España empezó a adquirir rasgos de festividad particulares según las regiones y su gente. Las fiestas populares eran símbolo de la identidad tanto en el árido norte, el calido centro-bajío como del húmedo sur novohispano.
Ya en la vida independiente mexicana, las intendencias pasaron a formar parte del republicano mapa. Los estados firmaron en sus decretos libertad y soberanía. México era una nación libre e independiente, pero su gente seguía guardando algo que a la fecha solo hemos adaptado a la modernidad: las tradiciones, las fiestas, lo pagano. Y lo religioso seguía siendo el motivo para esos festejos, a los que les sumamos un beneficio económico a través de la proyección de lo nuestro y de las actividades que nos daban riqueza: la artesanía, el comercio, la agricultura, la ganadería. Lo que permitiera mercar y reunir a quienes tenían algo que vender o comprar. ¡Es la feria del pueblo!. ¡Va ir toda la raza! ¡Vamos!. Y de donde fuera, como pudieran, “bajaban” a la plaza principal, mínimo a dar la vuelta a ver si veían a la Rosita para darle una flor.
Atravesamos en San Luis épocas y tiempos, suficientes para que se fuera formando el estado, la ciudad, el pueblo y los habitantes que ahora vivimos en sus reales. Desde fines del siglo XIX hasta entrado el XX, tuvimos un auge industrial y de urbanización y por tanto económico, político y social extraordinarios. La ASARCO, el ferrocarril, el Teatro de la Paz, la Penitenciaría, la Escuela Industrial Militar, el Edificio Ipiña, el Palacio de Cristal y otros monumentales muros fueron dando vida y forma a la modernidad que se fue envolviendo en la electricidad, también llegada esos años, del San Luis que hoy conocemos. Es 1942. Y así, sin meterme a la línea del tiempo de la primera mitad del siglo XX con sus álgidos temas y nombres políticos -como siempre San Luis es protagonista y caldero nacional-, porque de que los tuvimos e importantes, llegamos a ese año, cuando San Luis todavía una ciudad provinciana, alejada de la gran urbe capitalina, el rotativo nacional “El Universal”, ¡cállate la boca!, (haga cara de sorpresa mínimo, para esa época era un lujo y casi hazaña que lo pasara aquí fuera noticia allá y en dicho diario y no por escándalos) anunciaba en su primera plana de aquel lejano domingo 23 de agosto de 1942:
PRIMERA GRAN FERIA POTOSINA
“San Luis Potosí se encuentra en una etapa de renacimiento. Por todos lados se advierten síntomas de una gran vitalidad que pugna por dejarse sentir más fuertemente y por seguir el desarrollo que legítimamente le corresponde. Su nombre mismo lo indica: Vale un Potosí”.
Ese domingo, después de que la potosinada leyera que habría feria en San Luis, se fueron a misa a dar gracias a Dios.
Y adiós.
P. D. La otra semana sigo platicando. Ahora sí… Adiós.
Gustavo I. Robledo Guillén