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#ESNOTICIA
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Versiones oficiales compiten
00:01 viernes 12 diciembre, 2025
Colaboradores
PARQUE TANGAMANGA. Hay días en los que la seguridad pública parece más un concurso de narrativa que un esfuerzo institucional. Lo ocurrido en los alrededores del Parque Tangamanga I es uno de esos momentos incómodos, donde la ciudadanía recibe dos comunicados oficiales que no solo no coinciden, sino que parecen describir sucesos pertenecientes a universos paralelos. Uno habla de un vehículo con armas de uso exclusivo del Ejército, hallado tras reportes de detonaciones. El otro, de dos borrachos causando alboroto como si fueran extras de una comedia mal escrita. Y en medio, usuarios y potosinos, tratando de descifrar qué pasó realmente.
Lo inquietante no es solo la contradicción; es el tono con el que ambas corporaciones defienden su versión, como si la prioridad fuera “ganar la narrativa”, no informar con claridad. El Estado niega categóricamente cualquier balazo y reduce el asunto a un par de personas alcoholizadas manejando sin sentido. En un parte informativo se asegura que sí hubo detonaciones y hasta menciona a escoltas de un empresario.
La parte que nadie dice en voz alta, pero todos pensamos, es que estas contradicciones no nacen de la improvisación, sino de decisiones conscientes por comunicar a medias, callar detalles, exagerar otros, gestionar la información como si fuera una moneda de cambio entre corporaciones. Cuando una autoridad asegura que es un simple incidente vial y otra habla de armas largas abandonadas, no estamos frente a una diferencia de matices; estamos frente a un vacío informativo que la ciudadanía termina llenando con sospecha.
LA PREGUNTA QUE INCÓMODA. Y entonces llega la pregunta incómoda: ¿Qué tan ético es que las instituciones responsables de la seguridad pública se enfrasquen en esta guerra de versiones mientras dejan a la población sin una explicación unificada y verificable? Que cada corporación publique su comunicado y luego se niegue a responder preguntas no es comunicación institucional, es una forma elegante de decir “hasta aquí les contamos pero ustedes resuelvan el resto”. Y eso, en un contexto donde la confianza ya está desgastada, además de irresponsable es un riesgo.
Quizá por eso este episodio deja un sabor amargo. No solo porque seguimos sin saber qué ocurrió realmente, sino porque vuelve a demostrarnos que, cuando se trata de transparencia, las autoridades parecen más cómodas compitiendo entre sí que rindiendo cuentas a la gente a la que se deben. Y mientras ellas pelean por controlar la narrativa, la ciudadanía se queda, nuevamente, sin informar ni control. ¿Cuántas veces más van a pedirnos que confiemos a ciegas? Porque, a estas alturas, lo que está en disputa ya no es un parte policíaco, es la paciencia de todas y todos.
¡Excelente fin de semana!