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Es cierto que, si el presidente Nicolás Maduro cree que puede ganar tiempo indefinidamente, debe prepararse para una desagradable sorpresa
00:01 viernes 12 diciembre, 2025
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Parecería que la suerte está echada y que la situación en el actual amenazante "impasse" en el Mar Caribe, donde una flota naval estadounidense se cierne sobre costas venezolanas, es una mera cuestión de tiempo. Pero no es tan simple.
Es cierto que si el presidente Nicolás Maduro cree que puede ganar tiempo indefinidamente, debe prepararse para una desagradable sorpresa. La situación es sencilla: por varias razones, incluso de política doméstica y hasta de apariencia, si se quiere, el gobierno del presidente Donald Trump está empeñado en obligar a un cambio de régimen en Venezuela.
De hecho, Trump aseguró el martes que el inicio de operaciones militares terrestres en Venezuela es "cuestión de días". Un par de aviones F/A-18 de la Armada estadounidense sobrevoló el martes espacio aéreo venezolano. El pretexto es en parte el tráfico de drogas, aunque sea solo una fracción del total, o la supuesta llegada de miles de presuntos miembros de pandillas como el "Tren de Aragua" y la expulsión de millones de venezolanos.
El fin es la eliminación de un problema geopolítico real: en vez de ser una isla fácil de aislar, como Cuba, o una pequeña nación con un régimen autoritario-familiar como Nicaragua, Venezuela es un país de casi un millón de kilómetros cuadrados de superficie, fronterizo con Colombia, Brasil y Guyana, cuatro mil kilómetros de costas y por si fuera poco, enormes reservas petroleras.
Tiene un régimen autoritario, emanado de votaciones que en cualquier lugar del mundo serían consideradas como fraudulentas y una imagen beneficiada tanto por el recelo respecto a Estados Unidos y las reservas respecto al gobierno Trump como por el rechazo a sus intervenciones militares, pasadas y futuras, en Latinoamérica.
Y ciertamente por los remanentes de los partidos comunistas pro-soviéticos en América Latina. Pero si Maduro es intragable y nadie, ni siquiera la Cancillería mexicana, se hace ilusiones, el mayor y tal vez único impedimento a la intervención está en la propia política doméstica estadounidense, en la que una evidente mayoría no tiene entusiasmo alguno por comprometer hombres y recursos en una aventura bélica que pudiera llevarlos a otro costoso intento de "construir" una nación, como en Afganistán e Irak.
Para algunos resulta claro que Trump desearía que sus frecuentes y duras declaraciones respecto a Maduro sean, con las también ya crecientes presiones económicas y comerciales, suficientes para convencer al venezolano de buscar otro domicilio. Pero el problema es que no está solo, sino que en cierta forma, es la cara de un grupo firmemente incrustado en el gobierno por ideología –posiblemente–, por conveniencia –probablemente–, o por simple ambición personal –seguramente–.
En otras palabras, la pura salida de Maduro no resuelve la situación de Venezuela, y eso sin contar con el respaldo social que pudiera tener el grupo "madurista" o el rechazo a una intervención que suene a imposición externa.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
@CARRENOJOSE