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Quienes en aquella comida promovieron el empoderamiento de las Fuerzas Armadas, terminaron entornados
00:10 domingo 28 septiembre, 2025
ColaboradoresLa reunión ocurrió casi al inicio del sexenio; apenas transcurrían dos meses del nuevo gobierno. Fue una comida, que más bien pareció emboscada. Los secretarios de Marina y Defensa durante el sexenio pasado, el almirante Rafael Ojeda, y el general Luis Crescencio Sandoval, respectivamente, se acomodaron de un lado de la mesa. Junto a ellos, el articulador del encuentro, el entonces secretario de Seguridad, Alfonso Durazo. Él había pedido uno a uno a todos que se reunieran, al término de una reunión del gabinete de Seguridad en Palacio Nacional.
Frente a ellos tres, los otros tres a los que debían convencer del plan que ya habían trazado: Carlos Urzúa, secretario de Hacienda en aquel momento, Ricardo Peralta, titular de Aduanas, y el secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú.
La comida no fue cordial ni amistosa. Empezó llena de lugares comunes para rápidamente desembocar en incomodidad. No tenía ni diez minutos de iniciada, y apenas comenzaban a degustar las entradas, cuando comenzó la ofensiva: “Es muy importante que nos podamos poner de acuerdo”, dijo Durazo. “Fundamental que el control de los puertos y aduanas esté en manos de las Fuerzas Armadas”, dijo el almirante. “Es un asunto de seguridad nacional”, remató el general secretario.
Incrédulos, los tres interlocutores se miraron. Ya había habido un primer acercamiento con Jiménez Espriú, que no prosperó. El entonces titular de la SCT los paró en seco cuando le plantearon que fuera él quien hablara con el presidente López Obrador para que la Secretaría a su cargo cediera atribuciones y entregara el control de zonas estratégicas a las Fuerzas Armadas. Su “no” había sido tajante. Tanto, que intentaron presionar a través de Urzúa, pero también se negó. Lo mismo hizo Peralta, que al igual que los otros dos, se convirtió en personaje incómodo para Ojeda, Sandoval y Durazo, que estaban decididos a penetrar en la estructura aduanal.
La comida terminó sin acuerdo. El encuentro fue todo menos amigable, pero resultó ilustrativo. El almirante, hoy envuelto en la escandalosa trama del huachicol fiscal, el general -que concluyó el sexenio distanciado y enfrentado con el primero-, y el secretario de Seguridad, que promovió el empoderamiento de las Fuerzas Armadas durante el sexenio pasado, a la postre lograron su objetivo: convencieron a AMLO de entregar el control de puertos, algunos aeropuertos y aduanas a marinos y militares.
El resto es de sobra conocido. Las redes de corrupción que se tejieron y los negocios ilícitos que se gestaron, van quedando expuestos. Quienes en aquella comida promovieron el empoderamiento de las Fuerzas Armadas, terminaron entornados y, con ellos, sus más cercanos colaboradores y familiares, no pocos ahora señalados por nexos criminales. Ojeda y Sandoval fueron secretarios los seis años del lopezobradorismo, y Durazo consiguió ser gobernador de Sonora, además de presidente del Consejo Nacional de Morena.
Quienes se opusieron, fueron desterrados del paraíso de la 4T: Urzúa renunció y años más tarde murió; Peralta, fue despedido del gobierno; y Jiménez Espriú también terminó yéndose en julio de 2020.
Aquella comida marcó un antes y un después. Las consecuencias de corrupción, redes criminales y negocios ilícitos cada vez son más obvias.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
COLABORADOR
@MLOPEZSANMARTIN