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A la manifestación del sábado 15 de noviembre acudieron muchos de los opositores habituales, pero no solamente
00:10 domingo 23 noviembre, 2025
Colaboradores
La preocupación e indignación por el crecimiento del crimen organizado es real, comprensible y plenamente justificada. No es un tema de narrativa ni de percepciones; es un fenómeno que lastima y erosiona al país, y que requiere una respuesta del Estado en todos sus niveles.
Existe un sector de la sociedad que se opone totalmente a Morena y a la 4T. Son personas reales, de carne y hueso. ¿Son mayoría? Probablemente no, pero eso no justifica ignorarlos o pretender que no existen. Invisibilizar a la disidencia nunca ha sido una estrategia política inteligente. El desdén del oficialismo y la etiqueta automática de “la derecha” es un error político, comunicacional y estratégico. Un gobierno con amplia aprobación y que tiene enfrente a una oposición desperdigada gana bien poco otorgándole un sentido de identidad y pertenencia que actualmente no tiene.
En términos de asistencia, la marcha no rompió récords ni fue abrumadora la presencia juvenil, pero tampoco somos cadeneros para pedir comprobantes de edad. La participación social no se mide con filtros arbitrarios. Sin embargo, además de compararse inevitablemente con las anteriores, enfrentó otro obstáculo: el despliegue en redes y medios de comunicación creó una expectativa tan alta que no estuvo a la altura de los pronósticos o vaticinios. No vimos el músculo de la “Generación Z” y sí, en cambio, vimos a muchos de los de siempre.
La llamada “Generación Z” es, por definición, inasible. Quien crea que puede capturar la mente, la motivación o la movilización de los jóvenes simplemente no entiende nada. Pretenderlo es como intentar pastorear gatos… o abejas, o mariposas, para no ofender a nadie. También resultó llamativo que cuentas de “influencers” estadounidenses se sumaran de manera activa con una narrativa exagerada y alarmista. Eso no es casual ni gratuito. Cuando actores externos amplifican tensiones internas, conviene preguntarse por qué.
A diferencia de la Marea Rosa y otras movilizaciones opositoras recientes, en esta ocasión sí hubo violencia. Y eso inevitablemente se convierte en noticia. Lamentable la presencia de provocadores profesionales, lamentable también la excesiva reacción policial y, sobre todo, la falla de inteligencia que impidió identificar y detener a quienes claramente iban preparados para generar caos. La violencia es condenable venga de donde venga, pero siempre será más preocupante cuando proviene de las fuerzas del orden. Sin caer en tremendismos ni en analogías absurdas que intentan comparar lo ocurrido con 1968, es indispensable reprobar cualquier exceso policiaco.
Toda manifestación multitudinaria es una prueba de fuerza y un ejercicio comparativo. En términos de convocatoria, narrativa y comunicación, la del sábado no estuvo a la altura de las grandes movilizaciones opositoras del sexenio de López Obrador. Pero no por ello debe descalificarse o menospreciarse la movilización social.
Aquí cabe preguntarse también algo, desde el más absoluto pragmatismo y la Realpolitik: ¿tiene sentido repetir las mismas fórmulas, las mismas convocatorias y la misma narrativa que han hundido electoralmente a la oposición desde 2018?
POR GABRIEL GUERRA CASTELLANOS
@GABRIELGUERRAC